Las neuronas Revolucionarias que nos llevo al suicidio


PorPedro Duarte- Postado em 10 outubro 2012

 

"¿Por qué América Latina es la porción más pobre, convulsa y subdesarrollada de Occidente? Si hay algo que siempre resulta incómodo es encontrar responsables. ¿Hay culpables directos de nuestro fracaso relativo?". Ricardo Montaner

La cuestión es la crisis de gobernabilidad y por regla general  entonces, los presidentes democráticos de América del Sur corren el riesgo de no terminar sus mandatos.

pero la pregunta vá mas Alla..porque de varios fracasos de gobiernos militares (Velasco en Perú ,Domingo Peron en Argentina, Lucio Gutierrez en ecuador  y otros más) seguimos insistiendo en la terca inclinacion con gobiernos Autocraticos como Hugo Chaves o Nacionalistas indigenas como Evo Morales y Ahora con el candidato Presidencial Ollanta Humala Ex comandante que promueve el nacionalismo barbaro, que salto a la politica imitando a un Lucio Gutierrez,realizando una insurgencia con la toma de un cuarte en el Peru? tipico de los revolucinarios fracasados que creen que han nacido para sacar de la pobreza a su pais.

Que esta pasando por las neuronas del pueblo Latinoamericano ?

Solamente en Bolivia entre 1978 y 1982 fue el más inestable y caótico de toda la historia republicana de Bolivia con nueve presidentes en cuatro años y medio, siete de facto y solo dos constitucionales. La secuencia presidencial es: Gral. Juan Pereda (1978), Gral. David Padilla (1978-1979), Wálter Guevara (1979), Cnl. Alberto Natusch (1979), Lidia Gueiler (1979-1980), Gral. Luis García Meza (1980-1981), junta militar (1981), Gral. Celso Torrelio (1981-1982) y Gral. Guido Vildoso (1982). casi todos ellos militares...y es éste pais el mas atrazaso en America Latina y a la vez el país con más golpes de estado  que ningun otro.

Es muy gracioso, y a la vez trágico, que mientras los chinos dicen que gracias a la globalización ellos han conseguido que por lo menos 300 millones de chinos tengan un mayor nivel de desarrollo y hayan abandonado la pobreza, resulta que los enemigos de la globalización en América Latina dicen que ésta fue la que ha provocado la pobreza en nuestros países. Algo ridículo, que va en contrario también a lo que dice la India, donde hay otros 200 millones de personas que han alcanzado niveles de desarrollo de clase media, gracias, precisamente, a insertarse en los circuitos comerciales internacionales.

Lo que se desconoce es que todos los países que han abandonado la miseria, lo han hecho en contacto con países poderosos, ya sea Corea del Sur, Irlanda o España. Es decir, los países que eran muy pobres y se han convertido en países razonablemente prósperos, lo han hecho en contacto (sea científico, técnico o financiero) con el mundo empresarial

El fenómeno del desarrollo y de incorporarse al Primer Mundo, la labor de la clase dirigente política es muy importante. Creo que lo estamos viendo en Chile, que es el primer país latinoamericano que va directo hacia el Primer Mundo, y esa es la consecuencia no sólo de una especie de acuerdo general de la sociedad (que es muy difícil de medir), sino del consenso de la clase dirigente, donde todos los partidos políticos, desde la derecha civilizada de Joaquín Lavín hasta la izquierda civilizada de Ricardo Lagos, el 95 por ciento del espectro político chileno está de acuerdo en que el modo de desarrollar el país es integrarlo y acercarlo al mundo desarrollado, para que participe de esta gran fiesta económica, científica y técnica de la globalización. Y han pasado los chilenos de 200 empresas exportadoras, que tenían antes de la apertura, a 2,500 de esas empresas, al tiempo que han reducido su nivel de pobreza del 42 al 18 por ciento.

Tenemos que llegar a la conclusión de que es muy importante el consenso de la clase dirigente sobre qué tipo de país se quiere y hacia dónde se quiere ir. Esto es lo que encontramos en Chile: el que llega al Gobierno no trata de tirar las cosas abajo ni trata de volver al pasado populista, sino continúa en la misma senda que, hay que admitirlo, empezó con la dictadura, pero que continúa de una manera triunfal con la democracia.

Lo que ocurre en Venezuela es al contrario desde que se inicio Hugo Chaves en el gobierno Venezolano con un Sistema Autocratico  aumentó la pobreza de  de un 30 a un 38%  a pesar de estar previlegiado con los petrodolares que percibe actualmente

Lo sé: una buena parte, quizá mayoritaria, de los lectores de estos articulos no estará de acuerdo con el contenido. y la razón es obvia: millones de latinoamericanos se autocalifican de nacionalistas y de antiimperialistas y estas reflexiones chocarán con sus creencias. Son personas que gustosamente expulsarían de su país a las multinacionales, esos pulpos planetarios a los que suelen hacer responsables del saqueo económico o de la complicidad con el tirano de turno. Porque cuando se grita, con más pasión que reflexión, «yanqui go home» se está gritando contra ese yanqui ostensible y anunciado que se llama ITT,Microsoft o General Motors. Ese es el yanqui que los radicales quisieran ver lejos de sus fronteras. Sin embargo, una mirada más penetrante al problema quizá les fuese útil a los grupos radicales. Por ejemplo, un rápido análisis de nuestro entorno nos revela una verdad de Perogrullo: nuestras vidas, inexorablemente, se van norteamericanizando a un ritmo creciente e inevitable. Nuestra América, pese a las leyendas indigenistas, es una prolongación de Europa a la que los Estados Unidos, cada vez con mayor fuerza, le imprimen el carácter de su civilización. Yanqui es la forma de instalar una prótesis, de marcar las señales de tráfico, de celebrar ciertas fiestas, de organizar un manicomio, un cuartel de bomberos, un ejército, una estación de radio, un aeropuerto, una universidad, un almacén de víveres, una biblioteca. Yanqui es, o va siendo, el método de luchar contra las enfermedades, de recluir a los ancianos, de regir el comercio, de contabilizar las pérdidas o las ganancias, de distribuir el agua y la electricidad o de instalar las líneas telefónicas. Yanquis -en suma- no son únicamente los artefactos que pueblan nuestra existencia, sino además la sucesión de actos en los que invertimos nuestro tiempo, es decir, nuestro //quehacer vital //y nuestro //modus operandi//. Y aquí llegamos, exactamente, al meollo de la cuestión. Lo importante, el signo decisivo de nuestra época, no es que las multinacionales, casi todas norteamericanas, dominen el comercio mundial, sino que la sociedad norteamericana, aun sin proponérselo, exporta su quehacer, su modo de vivir, sus formas de realizar los hechos, grandes y pequeños, que conforman nuestras vidas. Obviamente, frente a la importancia capital de este fenómeno incontrovertible, el tema de la existencia de las multinacionales pierde toda urgencia. Y si yo fuera marxista, que no lo soy, opinaría que las multinacionales -esos yanquis a los que nuestros patéticos radicales, enfundados en //bluejeans //y fumando «Winston», mandan constantemente a casa- no son más que una expresión de la superestructura, mientras que el otro fenómeno, el fenómeno de que los pueblos latinoamericanos asuman voluntaria y totalmente los ademanes y el estilo de vida de los Estados Unidos, pertenece a la estructura primaria, al mecanismo central, al  corazón de nuestro modelo social.
Frente a este panorama, tampoco es extraño que se alcen las voces de ciertos nacionalistas empeñados en salvar el patrimonio tradicional de las naciones hispanoamericanas. Curiosamente, estos especímenes gozan de un gran prestigio revolucionario, porque quien predique contra lo extranjero, o los extranjeros, siempre encontrará un auditorio dispuesto a aplaudir hasta el delirio. Sin embargo, una observación más seria del problema nos lleva inevitablemente a proponer la alternativa contraria: si hay solución a los malesde América Latina, ésta no consiste en cerrar las fronteras a las influencias extrañas, sino en abrirlas de par en par, de una manera consciente, tras admitir que el concepto nación, aunque fuertemente instalado en nuestras creencias, prácticamente ha perdido toda vigencia en nuestro momento histórico, en la medida en que nuestras sociedades se uniforman con bastante celeridad tras el modelo que proyectan los Estados Unidos.  Esa imitación del quehacer  norteamericano  por parte de todos los paises de planeta incluso toda Europa ,es pues la evidencia, el síntoma de un fenómeno planetario de muy difícil modificación en un futuro cercano. De nada vale bramar contra los //blue//-//jeans //o el rock, porque éstos son únicamente los retoques cosméticos de un profundo proceso de transculturización en el que se inscriben los antibióticos, la televisión,la computadora,  el jet y hasta el debate ideológico abstracto, porque también nos llegan del frío la contracultura, la antisiquiatría, las preocupaciones ecológicas y casi todos los puntos de vista que animan nuestros cotarros intelectuales. La realidad es terrible pero no podemos dejar de asumirla: nuestro cerebro, el cerebro de nuestra sociedad, queda fuera de nuestras fronteras, y -por mucho que nos pese- no hay manera de prescindir de este órgano. Lo razonable, pues, es aceptar,  con toda humildad, que la especie humana se desplaza hacia un modelo de sociedad que no es generado por nosotros, y que ese proceso de creciente uniformidad parece ser irreversible. Tampoco hay forma de darse de baja, porque no se puede encapsular una nación a que se resista al tirón impetuoso de los centros creativos, entre otras razones porque las comunicaciones globales e instantáneas han creado una interdependencia que convierte en una absurda quimera cualquier proyecto de autarquía.
 
Bien: queda dicho que es imposible nadar contra la corriente. Queda dicho que lo razonable no es intentar romper los vínculos que nos unen a nuestro cerebro, sino intentar formar parte de él, sumándonos a las tareas creativas. Es probable que en este punto pueda tildarse esta propuesta de «entreguista» o de «traidora», pero cualquier persona tentada a calificarla de esa manera debe pensar que la alternativa es aún peor: continuar, a regañadientes, siendo remolcados por los centros creativos, sin que nuestra simbólica rebeldía nos consiga el menor rasgo de autonomía espiritual. Tal vez para escuchar en calma estas reflexiones sea muy importante, previamente, sacudirse las viejas categorías de antaño. Tal vez sea imprescindible comprender que el nacionalismo ya no es posible, y que palabras como «patria» o «nación» han perdido toda connotación real, aunque no su vieja carga emotiva. Si aceptamos -y hasta es posible aceptarlo con júbilo- que Humanidad se dirige hacia un punto de confluencia, de uniformidad, señalado por el país que encabeza el planeta, tal vez podamos encontrar mejor nuestro  papel en esta larga marcha hacia la sociedad planetaria, y tal vez podamos colaborar en el trayecto, por respeto  hacia nosotros mismos y porque - paradójicamente- no hay otro camino para contribuir al diseño de nuestro propio destino. Pero eso requiere un tenso y doloroso ejercicio de humildad colectiva, que acaso comience por definir como somos nosotros, y qué hay que modificar de nosotros para poder insertarnos activamente en las corrientes dominantes del planeta. Es falso, por ejemplo, sostener que nuestra postración intelectual y económica es el resultado de podridas estructuras sociales y políticas. Eso -qué duda cabe- influye, pero el problema esencial radica, primero, en nuestra idiosincrasia, y luego, en menor medida, en nuestra percepción del acontecer histórico. Nuestras sociedades y nuestros líderes no se han percatado de que desde hace siglos la idea del progreso y la voluntad de innovación determinan el curso de la Historia. Nosotros pertenecemos a otra tradición, la hispánica, quizá la hispanoromana, que concibe la sociedad como un cuerpo estático, en lento crecimiento vegetativo, sujeta siempre a un molde inalterable que relega la creatividad al plano ornamental. Es la sociedad que ayer gloriosamente producía a Cervantes, a Goya o a Velázquez, y que hoy produce a Vargas Llosa, a García Márquez, o a Octavio Paz, pero que muy pocas veces se aventura a crear fuera del perímetro artístico. Y es que nosotros, para vivir en una sociedad estática, contábamos con la mentalidad social adecuada, porque para existir en un mundo de perfiles eternos  no era necesario ser disciplinados, ni metódicos, ni curiosos, ni constantes, pero si admitimos que el objetivo de nuestras vidas es transformar, a cada instante, la materia o las ideas, poner en duda el mundo en que vivimos, y negarlo en crecientes actos de rebelión intelectual, entonces no nos queda más remedio que modificar parcialmente nuestra idiosincrasia y transformar nuestra mentalidad social, de manera que los objetivos y los medios de lograrlos encuentren una razonable adecuación.

Es un peligrosísimo disparate continuar repitiendo que el éxito de sociedades como la norteamericana es el producto de la explotación del Tercer Mundo -incluyendo nuestra explotación-, o el resultado de la suerte en la arbitraria distribución le los bienes naturales. Por el contrario, cada día e afianza más entre los expertos la convicción del elemento clave en la formación de la riqueza es lo que llaman el «capital humano». En 1945 Japón era un país destruido y hambriento, y cuarenta años después es uno de los más prósperos centros creativos del planeta, y quizá sea su más poderosa locomotora a mediados del siglo XXI. Japón empleó a fondo su inmenso capital humano. ¿Qué hay detrás el milagro japonés, del alemán, del suizo, del noruego, del coreano, del singaporense, del inglés, del sueco, del norteamericano, del holandés. ¿Qué hay detrás del milagro de cada sociedad que en los últimos siglos ha logrado despegar espectacularmente? AIgo bien sencillo: una idiosincrasia adecuada a los objetivos que persigue, un valioso capital humano. Si nosotros no podemos cambiar los objetivos, porque se definen fuera de nuestras fronteras, entonces estamos condenados a cambiar nuestra idiosincrasia para incrementar  sustancialmente nuestro capital humano.