Identidad e Integración Europea en un Mundo Globalizado (II)


Porrayanesantos- Postado em 06 junho 2013

De: Manuel Javier Delgado Martínez
Fecha: Noviembre 2012
Origen: Noticias Jurídicas

Sumario:

RESUMEN:

La realidad mundial globalizada impone sus implacables reglas; por ello, la unidad política/integración económica entre los pueblos europeos se hace cada vez más indispensable para mantener la prosperidad y bienestar en el continente. El presente trabajo trata de demostrar como ese ideal unitario/integrador ha de hundir sus raíces en el acervo común de los principios o valores (democráticos y solidarios), encarnados por la civilización europea desde el siglo XVIII en adelante; así, también será objeto de análisis la necesidad de una Europa que, en pos de los anhelos de sus primeras instituciones comunitarias, lidere dignamente el Concierto de las Naciones.

III. El proceso integrador europeo en un mundo globalizado.

Una vez llegados hasta aquí, parece oportuna la más adecuada reflexión genérica acerca de cómo entender las ideas arriba reseñadas; cuando introdujimos la presente obra, surgió la identidad europea como asunto clave para avanzar hacia el futuro. La primacía del Derecho Comunitario nos da una buena pista sobre la que preguntarnos acerca de ese mañana; tal primacía, inexcusable, sirve también como el perfil atribuible a la naturaleza esencial que andamos buscando. El actual escenario ofrecido por las relaciones internacionales no admite olvido o indiferencia alguna, salvo que deseemos cerrar los ojos a cuanto nos rodea; la creciente abstracción económica, cada vez más tecnológica y menos materializada, supone nuevos problemas, necesitados de soluciones innovadoras. La defensa de los derechos humanos, a nivel mundial, así como otras cuestiones de semejante jaez, encuentran en la Europa comprometida con la libertad/seguridad/justicia un buen puerto donde refugiarse. Pese a los destrozos de la segunda guerra mundial, la Civilización Europea ha sido capaz de crear genios cuya obra beneficia a todo el género humano, sin distinción; así, la tutela de la dignidad, propia de toda persona por el mero hecho de serlo, es una nota característica de nuestros legisladores desde la más remota antigüedad, inspirados por los principios humanísticos de la filosofía griega y religión judeocristiana.

Hemos de debatir no solo qué somos sino también -y lo más importante- qué queremos ser como pueblo, ya desde un punto de vista interno ya desde el Derecho Internacional; cabe la duda acerca de si -en verdad- es o no factible la unidad política europea -tantas veces fracasada- sobre bases nuevas y distintas a las históricamente dominantes (el conflicto bélico y la conquista manu militari). El proceso por el cual estamos construyendo una Europa más unida alienta, también, un mejor aprovechamiento de nuestras capacidades comunes; así mismo, ese caminar hacia la ansiada unidad política permite universalizar los valores y dogmas (jurídicos, éticos, políticos, solidarios) que conforman nuestra tradición.

La comunidad de Estados, que forman la Unión Europea que hoy conocemos, solo será fiel a su destino histórico cuando armonice o conjugue, sin trabas o estorbos, dos factores básicos; esto es, por un lado, las diversas culturas locales -su principal peculio- y, por el otro, la deseable unidad, como Sujeto de Derecho en las relaciones internacionales; no es posible aspirar a una Europa institucionalmente fuerte, que a la vez desempeñe un papel líder en nuestro orbe globalizado, sí sus Estados miembros reclaman plena soberanía en ese terreno. Los mass-media dibujan un mundo abierto (multipolar e impredictible), compuesto por innumerables flujos o corrientes -ya sean económicas, ideológicas, etc.- que, como una red (descentralizada, deslocalizada, autónoma y flexible), eclipsan cualquier límite o frontera Estatal; ahora, probablemente más que nunca, sea cierta la manida frase que define al Estado como "demasiado pequeño para resolver problemas grandes y demasiado grande para resolver problemas pequeños(31).

Europa puede aportar mucho a los demás pueblos de la tierra, propagando extramuros cuantos Valores conforman la libertad individual y el Estado de Derecho democrático (bienestar social y solidaridad, respeto a las minorías y a los derechos humanos); así lo manifiesta la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, en su texto definitivo antes mencionado (2007), cuyo preámbulo reconoce y afirma tales libertades y valores. La citada Carta recoge igualmente los derechos que emanan, en particular, de "las tradiciones constitucionales y las obligaciones internacionales comunes a los Estados miembros, del Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales, las Cartas Sociales adoptadas por la Unión y por el Consejo de Europa, así como de la jurisprudencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea y del Tribunal Europeo de los Derechos Humanos." (32). Más de 500 millones de europeos (UE-27 miembros, a la cual habrá de sumar Croacia, a partir de 2012) pueden ofrecer, sin duda, la sabiduría que ofrece la experiencia de nuestros pueblos en pos de la mejor y más justa convivencia entre todas las Naciones.

La importancia de la Unión, desde el punto de vista meramente económico, simplemente, impresiona; así, ésta engloba la mayor área económica del mundo, tanto en términos de PIB, Comercio exterior de bienes y servicios e inversiones directas realizadas. En este momento, superamos a EEUU (principal socio comercial) en la práctica totalidad de las macromagnitudes; la tasa de ahorro europea es muy superior a la de USA, lo cual viene a explicar los serios problemas de déficit que atenazan al gigante americano. Por otro lado, la tasa de ocupación norteamericana es superior a la nuestra, mientras que la tasa de paro europea es sensiblemente superior a la estadounidense. La Unión ha sabido articular un mercado interior que funciona bien, junto a una política agraria que fue el motor de sus inicios, con la única guía de un espíritu solidario y de cohesión. Por el contrario, el presupuesto comunitario peca de insuficiente. Respecto a la política social, podemos decir que ésta engloba la de empleo, apoyo a la educación y cultura, formación profesional y salud -la Unión lleva a cabo acciones de apoyo, complemento y coordinación de las respectivas políticas nacionales referidas a tales materias-. Acerca de la perspectiva política de la Unión, destaca su carácter abierto y dinámico, en donde lo económico esconde, en verdad, un verdadero proyecto destinado a unificar políticamente al continente.

En el fondo, las sucesivas ampliaciones de la referida Unión plantean un asunto central; esto es, el de la identidad europea, sin perder de vista los efectos de la globalización en las relaciones internacionales. Conviene conjugar, de forma armónica/coordinada/efectiva, los distintos intereses/necesidades de cada uno de los Estados miembros -a veces, contrapuestos entre sí- con los valores éticos/morales que fundamentan la Unión. Por supuesto, sin olvidarnos que Europa tiene que jugar un papel de peso en las actuales relaciones internacionales, mediante una acción exterior, sostenida, de forma coherente y creíble, sobre los valores (libertad-democracia) que la fundamentan. Como buena prueba de cuanto decimos, es ilustrativo sacar a colación el deseo, manifestado en innumerables ocasiones por el gobierno turco, solicitando el ingreso de su País en la Unión Europea; tal petición siempre ha levantado un sonoro rechazo entre la ciudadanía del continente, temerosa de romper así nuestra predominante homogeneidad cultural. Por otro lado, una gran parte de la población turca no parece estar aún preparada para asumir, en todas sus consecuencias, el acervo político, jurídico, etc. comunitario -esto es, la individualidad jurídico-política, el ecumenismo, el derecho a la libertad (civil y religiosa), la aceptación y el respeto a la diferencia, la igualdad de derechos y obligaciones de las mujeres y minorías, etc.-(33).

Sin duda, la Unión está llamada a desarrollar una clara estrategia, de cara a su acción exterior, que se sustancie en la defensa radical de sus valores; los frentes en los cuales conviene llevar a cabo ese papel son múltiples y variados. Así, destacan las instituciones internacionales, de raíz y dimensión universalista -la ONU-, amén de los nuevos foros internacionales; pero, la Unión solo podrá desempeñar un papel global cuando, desde el punto de vista de su política exterior, actúe con una sola voz, capaz de proyectar los valores que configuran nuestra esencia moral.

El peso de cada uno de los actores -Estados, Organizaciones Internacionales, etc.-, que operan a nivel global, se mide por su capacidad y autonomía para llevar a cabo políticas propias; eso sí, en válido y legítimo acuerdo con el resto de protagonistas del escenario internacional. Hemos de establecer fuertes lazos de cooperación entre la Unión Europea y los distintos organismos dedicados a dicha tarea, pero con ámbito regional; especialmente, en el caso del continente americano, por cuanto compartimos historia y, además, acervo común. Más aún, cuando éste ha sufrido -sobretodo, en su"cono sur"- largos mandatos políticos dictatoriales y populistas, bien alejados de toda democracia parlamentaria real y respetuosa con los derechos ciudadanos; la difusión de cuanto significa la Europa social tiene más valor aún entre las naciones sudamericanas, donde la pobreza y desigualdad alcanza a la gran mayoría. La larga tradición jurídico política, representada por los primeros padres del Constitucionalismo europeo, ha de impartir hoy su iluminado magisterio allende de nuestras fronteras; debemos actuar como contrapoder, a escala mundial, de todos aquellos -grandes empresas o gobiernos- que, estén donde estén, pongan en entredicho la libertad, democracia y demás valores, ínsitos y propios a la dignidad de todos los miembros de la familia humana por el mero hecho de serlo.

Por supuesto, la protección de los valores políticos democráticos también tiene especial relevancia en el espacio geográfico europeo exsoviético, donde los corruptos parecen reinar a sus anchas; la Unión Europea mantiene relaciones diplomáticas con la ONU, Consejo de Europa y la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico, amén de los respectivos acuerdos de asociación, con uno o varios estados terceros o con otros organismos internacionales (Linde y Mellado, op. cit., pp. 232-235). Conforme reconoce la propia Unión Europea en su página web, dicha organización (primer bloque económico del planeta y en posesión de la segunda divisa mundial) es interlocutor clave en los asuntos más candentes de orden internacional; ésta basa su Política Exterior y de Seguridad Común (PESC), objeto del Tratado de Lisboa, en el recurso a la diplomacia para solucionar los conflictos -apoyada, en caso necesario, con medidas comerciales, de ayuda y de seguridad y defensa-, procurando además el mejor entendimiento posible a dicha escala. La Unión Europea, como potencia económica de primer orden mundial, mantiene acuerdos comerciales y de asociación en todo el mundo y destina cada año más de 7000 millones de euros a ayudar a los países en desarrollo; la citada organización mantiene asociaciones con los principales actores mundiales -incluidos los llamados emergentes: Brasil, Rusia, India y China (BRIC)-, en las que cada uno conserva su propia visión del mundo y sus propios intereses. Todo ello, garantizando que tales asociaciones se basen en el interés mutuo, amén de beneficiosas para ambas partes, con base en el respeto por cada una de un conjunto de derechos y deberes. La Unión celebra cumbres periódicas con Estados Unidos, Japón, Canadá, Rusia, China y la India; las relaciones con estos y otros países abarcan muchos ámbitos, como la educación, el medio ambiente, la seguridad y la defensa, la delincuencia y los derechos humanos. Fuente: http.//europa.eu./about-eu/facts-figures/economy/index_es.htm. Día de consulta: 18/04/2012.

Es necesario encontrar el mejor consenso para que todos los pueblos de nuestro continente puedan encontrar su justa cabida, pasando por hacer efectivos, en paz y sin violencia, los ideales democráticos que predica nuestra tradición; debemos aprender a vivir juntos y cooperar en pie de igualdad, aceptando las diferencias culturales (genuino patrimonio colectivo) en beneficio común. La Europa Unida debe difundir tales enseñanzas entre todos los demás pueblos de la tierra, de modo que los avances -sociales, políticos, etc.- ya conseguidos sean, también, el fundamento del papel internacional desempeñado por la Unión; no debe obviarse en modo alguno la lógica libertad mercantil aunque, eso sí, asegurando con ello la democracia (libertad política, derechos humanos y solidaridad redistributiva) no solo en nuestro suelo sino, también, más allá. En todo caso, la paz, seguridad y el respeto a las libertades aportaran los ladrillos con los cuales erigir un nuevo Continente, cuyos líderes orillen el recurso a la guerra como medio de resolver las disputas; esa búsqueda de la concordia y el consenso, de manera pacífica y participativa, debe ser el santo y seña por la que debe caracterizarse la Unión en sus relaciones con otros pueblos. El papel al cual Europa está llamada, en cuanto a la política internacional, sólo será coherente y digno de respeto sí representa la voluntad democrática de nuestros conciudadanos; la envergadura de dicha misión no tolera obviar la dinámica económica globalizada que nos envuelve sin remedio.

El fenómeno globalizador, llamado a rebasar toda clase de barreras y restricciones, ha impulsado así mismo una corriente participativa en el ejercicio del Poder; el concepto de gobernanza alude, precisamente, a las normas, procesos y comportamientos que influyen en la manera según la cual las diversas instituciones adoptan sus decisiones (34). A partir de ahora, el Estado y demás instituciones públicas decidirán, si bien teniendo en cuenta la sensibilidad y opinión de cuantos actores privados conforman la sociedad civil; ese modelo decisorio supone que la actividad política estará participada por aquellos sujetos privados, con perspectiva, legitimidad y sensibilidad social bastante para intervenir en su oportuno debate y discusión previos. El objetivo último de la precitada gobernanza es la implementación más efectiva posible de las mencionadas decisiones -sobretodo, de orden regulatorio-, adoptadas conforme al esquema aquí descrito; en cualquier caso, es indispensable la celebración del previo y respectivo debate (participado, transparente y profundo), donde opinen/interactúen todos los agentes sociales directamente afectados por la decisión a adoptar [Lorenzo (2008), pp. 1-3](35).

Las relaciones mercantiles abren hoy vías insospechadas, donde el haber de la cultura es la única materia prima que aporta valor; el prodigioso desarrollo tecnológico sustenta una economía global cada día más interdependiente, aunque no mundializada, cuyos beneficios en términos de renta y bienestar excluyen grandes regiones geográficas (hambrunas y guerras civiles crónicas en la África Subsahariana, Hispanoamérica, etc.); las enormes extensiones empobrecidas, llenas de miseria extrema, solo subsisten con la ayuda proveniente de Organismos Humanitarios Internacionales (ONGs, Cruz Roja -Media Luna Roja-, etc.). Se acentúa una progresiva internacionalización de las funciones productivas y consuntivas, que tratan de integrarse sin sometimiento alguno a la autoridad o control público-Estatal. La globalización ataca las bases normativas que sustentan el Estado del Bienestar, por cuanto rechaza toda intervención pública en el libre ejercicio de la actividad económica; dicho ataque resulta aún de mayor gravedad por cuanto uno de los instrumentos esenciales de tal Estado de Bienestar -esto es, la seguridad social- queda protegido por la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, antes mencionada, que forma parte del vigente Tratado de Lisboa. (36)

La cuestión clave es la de cómo mantener la vigencia de esos valores, jurídico/políticos clave -propios y característicos de la tradición europea a los cuales hemos hecho antes expresa referencia-, en el mundo de hoy; la multiculturalidad, presente en las calles y plazas de nuestras ciudades, llenas de emigrantes procedentes de otros lugares allende las fronteras, debe ser posible sobre la base de un mutuo y pacífico respeto/tolerancia. Todos hemos de aprender a convivir, sin violencia, sea cual sea nuestro origen (étnico, cultural, etc.), en pos del bien común; las dificultades vienen cuando se trata de integrar en el país de acogida a una gran cantidad de población extranjera, llegada en muy poco tiempo. En todo caso, los derechos del hombre lo son en base, precisamente, a su dignidad como ser humano, con plena independencia de donde éste nazca, resida o cualquier otra consideración de naturaleza jurídico-legal. Hay que conciliar el respeto a los derechos de todos, sea cual sea su nacionalidad u origen, con las necesidades de una convivencia pacífica entre individuos y grupos sociales heterogéneos, desde lo étnico, religioso, cultural, económico, etc.(37).

Así mismo, el nuevo orden mundial post guerra fría, en donde ha desaparecido la tensión entre bloques ideológicos (Este/Oeste) enfrentados entre sí, necesita también de una Europa unida. La influencia internacional de nuestro modelo social de convivencia, basado sobre el Derecho y la Justicia, puede jugar un papel líder necesario en este momento; el creciente radicalismo islámico, el aumento de la pobreza en el planeta..son problemas en los cuales nuestra intervención debe ser necesaria; siguiendo nuestra tradición, hemos de salvaguardar los valores que nos identifican en un mundo global como el presente, el cual nunca para de evolucionar. Por otro lado, solo una Europa unida, fuerte en lo político, podrá convertirse en un elemento de peso en las relaciones internacionales; además, el nuevo orden mundial, surgido tras el fin de la guerra fría y la bipolaridad nuclear (USA/URSS), necesita, sin duda, de un compromiso, activo e influyente, por nuestra parte. La Unión Europea, debidamente fortalecida en lo político y centrada en la defensa de los valores que la identifican, puede hacer mucho en pos de la paz y justicia internacional; los europeos no podemos quedarnos de brazos caídos ante situaciones tan trágicas como las que ahora mismo están ocurriendo fuera de nuestras fronteras -por ejemplo, la violencia en Siria, etc.-. Tenemos algo que decir -no podemos estar callados de forma inmoral- ante semejantes atropellos, contra los derechos humanos y la libertad de la ciudadanía (38).

Las autoridades públicas estatales europeas se enfrentan hoy al reto de gestionar adecuadamente, en su propio territorio, las problemáticas asociadas a la mejor convivencia entre numerosas etnias y culturas diferentes; no es fácil conciliar visiones del mundo, radicalmente distintas a las predominantes en nuestro suelo, evitando caer además en cualquier tipo de xenofobia, irracional e injusta. Los europeos tenemos que convivir con personas cuya apariencia física, creencias, costumbres, etc. difiere de las nuestras; la gran mayoría de éstas vienen buscando refugio y asilo, en pos de la libertad, justicia y progreso -social y económico- que no encuentran en sus lugares de origen. Sin duda, la convivencia entre una población tan heterogénea suscita dificultades; a título de ejemplo de lo dicho, ahí va un botón: la Conferencia de asociaciones, pertenecientes a la fe musulmana y radicada en Reino Unido, ha solicitado del gobierno británico que se reconozcan validez legal a la Sharia en su territorio; conviene decir que la citada norma coránica va en contra de los principios jurídico legales que caracterizan a la tradición europea, por cuanto dicho código musulmán no está tan avanzado en la protección de los derechos básicos -individuales y sociales- como las legislaciones de nuestro continente. Ante tal petición formulada por los representantes religiosos de dichos colectivos, de procedencia foránea, ¿qué hacer?, ¿debemos consentir que se aplique la Sharia, en suelo europeo y sobre los descendientes de los inmigrantes musulmanes, con nuestra misma nacionalidad, pese a que ello suponga una clara merma de sus derechos fundamentales como individuos?, ¿es posible aceptar entre nosotros un derecho civil musulmán distinto al aplicable al resto de ciudadanos europeos, en donde la mujer está por completo sometida a los dictados de su marido, etc.?. Este asunto es aún más delicado cuando se oyen en las mezquitas de Madrid, Berlín, Paríslas llamadas de los Mulás a la oración en las Mezquitas, propagando en algunas de sus prédicas los mensajes más antidemocráticos, furibundos e intolerantes que puedan imaginarse contra los valores esenciales de la cultura europea -libertad religiosa, respeto y tolerancia para todas las religiones, igualdad hombre/mujer...--. (39)

Pero, entre las sociedades europeas más avanzadas, de carácter predominantemente urbano y multicultural, parece haber aumentado el miedo -a lo distinto (personas, culturas, creencias..), a la crisis económica y a la pobreza que le es inherente-; allí predomina el excesivo individualismo, junto a la búsqueda exclusiva y rápida del propio beneficio y placer inmediato de todo tipo (lúdico, sensual, etc.), quedando relegadas en el más siniestro olvido todas aquellas instituciones, de carácter público, donde antes se alojaban ideales tan básicos como el de bien común, interés general, etc.. Quienes habitan la Europa más rica, en términos económicos, parecen seguir la vieja consigna del sálvese quien pueda, rodeados de un entorno altamente competitivo y sin concesiones para los inadaptados; pese a todo, lo que prima es consumir y enriquecerse a tope, sin apenas trabajo ni esfuerzo personal, en pos de las mayores cotas de diversión y entretenimiento posibles..... Frente a ese deseo de consumir, mucho y muy rápido,"gratis total", se impone la dramática realidad de la actual crisis económica y sus gravísimas consecuencias sociales -por ejemplo, las crecientes restructuraciones llevadas a cabo en las factorías europeas equivalen a despidos en masa-; los despidos laborales abundan más que nunca, sin que tampoco esos trabajadores despedidos tengan oportunidad alguna de encontrar otro empleo -más difícil aún lo tienen los parados mayores de 45 años, jóvenes sin estudios ni experiencia laboral previa, etc.-.

Las sociedad europea está, hoy, claramente dualizada; es decir, unos pocos -cada vez menos- disfrutan de condiciones de vida dignas -trabajo estable y bien remunerado, con protección social/sindical, etc.-, mientras que la gran mayoría -cuyo número aumenta sin parar- vive incursa en la marginalidad/exclusión más absoluta e irremediable. El actual Estado de Bienestar ya no se dedica a satisfacer necesidades sino, tan solo, a la gestión, en condiciones de verdadera urgencia, de los recursos públicos -pocos, la verdad- aún existentes; tal matiz explica suficientemente el cambio producido, puesto que ya apenas existen prestaciones públicas para asistir al ciudadano en situación de precariedad -laboral, económica, familiar- y, en cambio, cada vez juega un mayor papel el antiguo sistema de la beneficencia privada -es decir, la ofrecida por organizaciones religiosas católicas (caritas), cruz roja, etc.-. Resulta necesaria una panorámica bastante completa para entender cómo y porqué se producen los fenómenos de la desigualdad y exclusión social. La miseria solo se explica hoy, mayoritariamente, por la muy difícil situación económica que estamos atravesando; no -al menos, usualmente-, en base a la libre elección de aquellos que tristemente la padecen [Félix (ed.), 1999, pp. 11-52].

Por otro lado, la presente crisis no solo se manifiesta en una alza de los niveles de desempleo; la desesperación, la falta de perspectivas de mejora ante los elevadísimos niveles de paro que hoy estamos padeciendo...impulsan un creciente voto de los europeos a favor de las formaciones políticas más populistas, ultranacionalistas y racistas. Por supuesto, los programas electorales de dichos partidos políticos xenófogos, que tan solo propugnan el odio contra el extranjero, los políticos, etc., atentan contra los principios -no discriminatorios, democráticos y solidarios- que sostienen a la Unión Europea; los líderes de tales agrupaciones intolerantes suelen apelar a un tipo de discurso -demagógico,"incendario" y violento- con el cual movilizar, activamente, a su electorado. Para estos grupos extremistas, el uso del terror, debidamente escenificado en la vía pública (marchas paramilitares, etc.), constituye un instrumento de actuación política mediante el que amedrentar a quienes no comparten su doctrina ideológica (40).

La geopolítica también debe adaptarse al escenario global que nos inunda, donde la colaboración más justa y equitativa entre todos es el único remedio para atenuar nuestros males -igualmente globales-; así mismo, la creciente desigualdad de renta, a nivel mundial, entre los más ricos y los más pobres, contribuye a aumentar el riesgo de conflictos armados entre las naciones. Sin duda, la liberalización económica, a nivel mundial, concentra la riqueza en cada vez menos manos; una distribución de la renta, claramente desigual e injusta, pone en peligro la propia estabilidad y cohesión social, generando además unas fuertes tensiones que pueden desatar todo tipo de violencia. La globalización no solo tiene efectos positivos sino que, además, amplifica las consecuencias de los desórdenes de todo tipo -políticos, económicos, étnicos..-. Así mismo, las estructuras públicas estatales políticas/representativas, hasta ahora existentes, deben enfrentar los peligros, también globalizados, que encierran el crimen y la delincuencia organizadas en grandes carteles -auténticas"multinacionales" al servicio de las respectivas redes mafiosas-; el poder corruptor del delito -en especial, sobre el mundo judicial y de las fuerzas de seguridad del Estado- es impresionante. La presencia conjunta de tales tensiones abre la puerta al caos, cuyas consecuencias son igualmente globales (41).

La globalización [Giddens (2010), pp. 148-173] significa mayor interdependencia y conectividad entre individuos y territorios, por encima de las frágiles fronteras administrativas de carácter nacional; según el citado pensador del laborismo británico, la impresionante tecnología de las comunicaciones (internet/ciberespacio) y la información, igualmente avanzadas, constituyen la espina dorsal del fenómeno globalizador. Por otro lado, la economía mundial se mueve sobre innumerables redes internacionales, flexibles y no jerarquizadas, donde se acentúa la colaboración entre los diversos agentes productivos; así mismo, salta a la vista que las estructuras y modelos políticos actuales no parecen servir para la gestión más adecuada de un mundo lleno de riesgos, desigualdades y desafíos como el presente, donde las barreras que forman los simples límites administrativos, de naturaleza pública y Estatal, son ya puro y simple papel mojado. El llamado Estado corporativo es la encarnación de la unión, de facto, entre capital y poder político, en donde toda la actividad estatal se centra en la protección y respaldo de los intereses que sustentan los potentados y demás clases pudientes; los intereses empresariales son inescindibles, por tanto, del llamado"interés nacional". Conforme a ese modelo organizativo de lo estatal, los poderosos también"gobiernan" por encima de los propios poderes ejecutivos y parlamentarios nacionales (42).

La gravedad de la actual coyuntura mundial es preocupante; el deterioro en el plano económico/medioambiental, institucional, ético/moralamenaza romper los lazos que mantienen la pacífica convivencia. En línea con ello, el Papa Benedicto XVI ha sugerido una deseable regeneración moral que pueda atenuar, siquiera en parte, la mala situación en la cual nos encontramos; la encíclica papal, titulada "Caritas in veritate" (2009), alude a las profundísimas e injustas desigualdades y desequilibrios económicos que reinan sobre la Tierra. El mencionado texto, en forma de encíclica, nos dice, en suma, que los beneficios empresariales no pueden dejar atrás los mandatos de la ética; además, el Papa hace un especial énfasis en las intolerables, enormes, escandalosas, injustas y lacerantes desigualdades pobres/ricos. En opinión de dicha autoridad religiosa -y, por ende, moral-, es absolutamente necesario"redescubrir" ya, en la realidad diaria, los valores éticos fundamentales que ponen el acento sobre el hombre y sus verdaderas necesidades; la economía solo funciona y es sostenible, tanto de cara al presente como al futuro, si obedece también los mandamientos éticos/morales. Sin verdadera fraternidad no puede haber desarrollo perdurable, tanto en lo económico, como en lo social, etc. (43).

El papado pretende, así,"humanizar" el capitalismo globalizado que hoy nos domina, proponiendo para ello una"nueva" cultura donde predomine la prudencia, responsabilidad e integridad; las empresas están llamadas, no solo, a obtener beneficios para asegurar su pervivencia en el tiempo. La gran aportación papal es la de unir el enfoque económico con las cuestiones morales que, casi siempre, son abandonadas por los economistas"ortodoxos"; la actividad económica debe tener, como objetivo último, la dimensión moral del hombre, primando para ello valores éticos tan relevantes como los de la solidaridad, libertad, etc.. La idea última es que no se"cosifique" a los individuos hasta convertirlos en meros y simples objetos o máquinas productoras de riqueza, solo en orden al lucro de unos pocos. El Santo Padre nos recuerda con su encíclica que, tanto el mercado como las finanzas, pueden ser usados en forma torticera y maligna, en contra de los intereses del bien común; según la referida autoridad papal, el contrato y el mercado son instituciones llamadas a facilitar el encuentro de los hombres en pos de satisfacer sus mutuos intereses y necesidades, mediando reciprocidad y confianza. Añade además el referido Papa una amplia condena para la visión cortoplacista y especuladora, centrada tan solo en los beneficios y nada más, que"cosifica" al hombre para convertirlo en un instrumento únicamente al servicio de los poderosos.

Entre las medidas que sugiere el papado para resolver la presente crisis, podemos enumerar las siguientes: la existencia de una única autoridad mundial que dirija la globalización económica; la apertura a nuevas formas de organización mercantil; el fortalecimiento de los sindicatos; más y mejores ayudas para los necesitados del tercer mundo; sostenibilidad medioambiental y, a modo de conclusión, un comportamiento probo, decente y honesto de todos aquellos que participan en la actividad económica. El mundo financiero, sin el respeto a las reglas éticas, puede convertirse en una jungla inhabitable, en la que solo tendrá cabida la ley del más fuerte; una dinámica semejante podría abonar un gravísimo enfrentamiento/fractura social entre dos mundos totalmente polarizados y opuestos: esto es, de un lado, el de los enriquecidos y, de otro, el encarnado por una masa enorme de pobres, cada vez mayor, sin recursos económicos de tipo alguno (44).

Es habitual que muchos se sientan a merced de unos todopoderosos, en forma de potentados económicos -Bancos, etc.- huérfanos de todo control democrático por parte de la ciudadanía; el ciudadano quiere participar activamente en todo aquello que le afecte. En este momento, los medios de comunicación difunden y publican las noticias que suceden en cualquier lugar del mundo; con ello, también se difunden los casos de totalitarismo o dictadura, por lo que el pueblo es cada vez más consciente de tales abusos y, de paso, la necesidad de derrocarlos democráticamente. Los Estados son considerablemente reacios a ceder el menor ápice de su respectiva soberanía nacional, lo cual dificulta la creación de verdaderos órganos políticos supranacionales legítimos y coactivos; la verdadera y eficaz gobernanza global debe ir más allá de lo financiero, alcanzando asuntos como el cambio climático, la seguridad, salud, migraciones. Las cuestiones que afectan en este momento a millones de personas (medioambiente, etc.), a lo largo y ancho del planeta, no pueden resolverse sino mediante un sistema político global, formado por instituciones de idéntica dimensión; es imposible regular satisfactoriamente la convivencia internacional sin el uso de instrumentos normativos, igualmente globales y legítimos desde el Derecho. El consenso parece la única arma verdaderamente efectiva para avanzar hacia el bien común [Steinberg (2009), pp. 56-61].

La Unión Europea está llamada a abrir nuevas vías a la globalización, de modo que se asegure la justicia y el progreso social, amén de la defensa del Estado de Derecho y la democracia política/libertad económica; la verdadera democracia está por encima de la voluntad de los mercados, ya que todos aspiramos a vivir en sociedades libres, justas, democráticas y respetuosas con el medio ambiente. Europa está llamada a ser el verdadero motor que transforme, en un sentido social y equitativo, la lógica, esencialmente injusta, de las fuerzas económicas globalizadas que nos rodean; las aspiraciones generales de la humanidad pasan por una convivencia fundada sobre la democracia, justicia/cohesión social y el desarrollo sostenible/acorde con la protección medioambiental. Todos -no solo los europeos- tenemos derecho a vivir en libertad el ideal democrático que encarna una sociedad progresista en lo social, defensora de los más necesitados, amén de respetuosa con las exigencias de la naturaleza [Sartorius (Dir.), 2010, pp. 166-170].

Ahora, más que nunca, es necesaria e imprescindible una defensa radical de los seres humanos y su dignidad, como valor absoluto y no susceptible de comercio alguno; ya no caben más concesiones a los diversos"buenismos" acechantes que tan solo se concentran en la más pura y simple"cosmética o marketing" superficial. No debe nunca olvidarse una máxima o regla fundamental; esto es, el texto de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobado por la ONU en 1.948, constituye un cuerpo normativo que está situado por encima y fuera de las diversas legislaciones nacionales. Es más, el contenido de la precitada Declaración contiene una naturaleza vinculante y obligatoria para las autoridades de cada país; el propio artículo 28 del referido texto legal recoge el derecho al establecimiento de un orden social e internacional en el cual los derechos y libertades, allí proclamados, se hagan plenamente efectivos. Por otro lado, la referida Declaración Universal trae causa de la tradición jurídica política europea, en cuanto a la defensa del Imperio de la Ley y los derechos de la persona, desde la perspectiva individual y colectiva; además, hay que tener en cuenta que dicha Declaración nace cuando aún estaban recientes los desastres traídos por la segunda guerra mundial (entre otros, la completa destrucción del continente europeo, una enorme pérdida de vidas humanas y, al tiempo, el descubrimiento del genocidio nazi sobre el pueblo judío). Más de sesenta años después de ser proclamada como un ideal común, dicha declaración sigue ahí como un desafío y una meta a alcanzar; tal alegato resulta hoy plenamente defendible, si se tiene un mínimo de humanidad y sentido de la verdadera justicia, basada en la dignidad e igualdad de todos los miembros del género humano, sin discriminación basada en raza, sexo, nacionalidad, etc [Carrillo (2008)] (45).

Igualmente, no podemos olvidar que los ideales encarnados en la antedicha Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada por la ONU en 1.948, deben gozar de una efectividad práctica que haga posible su cumplimiento real por parte de todos los gobernantes; los derechos allí proclamados tienen un ancla común en la dignidad que corresponde al ser humano por el hecho de serlo, sin que ello admita óbice de clase alguna. En el mundo actual, resulta indudable que la Ley, entendida desde un ángulo subjetivo y utilitarista al extremo, goza de una superior prevalencia respecto a cualquier juicio o valor objetivo, proveniente de la ética o moral; las cuestiones morales se dejan del todo a la libre apreciación y juicio de la voluntad individual, guiada tan solo por el propio y particular beneficio. Los derechos humanos no pueden depender de la voluntad arbitraria y caprichosa de quien gobierna; esos derechos son inalienables y absolutos, debido -precisamente- a nuestra cualidad de seres humanos, sin más paliativos que pongan en entredicho la dignidad que configura nuestra esencia (46). Europa, para ser un sujeto de peso en la arena internacional, está llamada, por su propia historia, a la cerrada defensa de dichos ideales y derechos.

La cuestión de como construir Europa, tanto para sí como para el mundo, debe pasar por una herencia cultural compartida (valores) que, al mismo tiempo, sostenga nuestra identidad común; la legitimidad política democrática aparece como la única regla de gobierno admisible hoy por la ciudadanía europea, cuyo valor predominante se configura sobre la defensa de los derechos (políticos, sociales, civiles y económicos) de la persona. Los valores que nos caracterizan, acordes con nuestra tradición, deben guiar la política exterior común de la Europa unida; solo así podremos defender, a escala planetaria, la convivencia (pacífica y tolerante) entre todos los pueblos que componen la familia humana y, al tiempo, el respeto por la libertad/diversidad y diferencia en cualquier de sus múltiples aspectos. Los estados que conforman la unión europea deben aprender a colaborar, de forma cooperativa y multilateral, para contribuir a un orden internacional justo, basado en el respeto a la Carta fundacional de la ONU y demás normativa de igual origen.

Hoy, como ayer, los valores que representa Europa siguen siendo plenamente válidos urbi et orbe, puesto que nacen de la propia naturaleza/dignidad humanas y, por tanto, deberían ser un Derecho para todos los hombres, vivan donde vivan; de nuevo, la vieja Europa, como buena madre de sus"hijos emancipados" -las excolonias de ultramar-, está llamada a servirles de guía mediante su magisterio y sabiduría milenarias. Es nuestro deber moral ayudar hoy a quienes sojuzgamos en el pasado, durante la época colonial, con las mayores crueldades y tiranías; solo así les será posible desterrar para siempre las más oscuras e inhumanas cadenas que aún les oprimen. En ese contexto cabe situar las recientes revueltas sociales -la llamada"Primavera Árabe"-, acontecidas en el Magreb contra los respectivos líderes políticos dictatoriales -Egipto, Libia, etc.-; una gran parte de la ciudadanía ha reclamado, insistentemente, la presencia en sus respectivos países de regímenes políticos democráticos, de corte occidental, empeñados en defender la libertad, justicia e igualdad. Precisamente, ahora podemos observar en esas naciones magrebíes la presencia de fuertes choques entre dos puntos de vista, encontrados, acerca de cual debe ser su futuro; de un lado, el que sostienen las"corrientes islamistas" más intolerantes y, de otro, el de quienes desean disfrutar de un modelo social y político similar al nuestro.

El premio nobel de la paz, concedido este año por la academia sueca a la Unión Europea, simboliza, mejor que cualquier otro elemento, el reconocimiento y"espaldarazo" público, a nivel universal, de los valores (políticos y económicos) que ésta simboliza; según el jurado, otorgante de tan prestigioso galardón, los motivos por los cuales se entrega dicho premio pasan por los avances logrados en cuanto a la paz y reconciliación en Europa, amén del establecimiento de la democracia y los derechos humanos. El jurado ha valorado, especialmente, cómo la Europa unida acogió a España y Portugal en 1985, cuando dichos países estaban recién salidos de sus respectivos regímenes dictatoriales, así como a los países de la Europa excomunista tras la caída del muro berlinés en 1989; sin duda, un aspecto que se ha tenido en cuenta es el del fortalecimiento de la democracia, así como el cese de numerosos conflictos interétnicos. Además, ha contribuido a ello la posible entrada de Turquía como otro socio más de la Unión, tras las oportunas negociaciones, pese a sus profundas diferencias culturales con la Unión Europea. Con todo, dicho premio viene en el peor momento para los ideales europeístas, toda vez que una cada vez más profunda fractura (económica, política/institucional y social) parece quebrar la viabilidad (presente y futura) de su proyecto; los europeos más pobres reclaman solidaridad por parte de aquellos en mejor situación económica, la ciudadanía ve a la Unión Europea como un ente burocrático que no se preocupa por sus verdaderos problemas, crece la amenaza de una Europa desintegrada.

El hoy presidente de la Comisión Europea -Sr. Durao Barroso- ha agradecido calurosamente el premio recibido, expresando además -con indudable acierto, creo yo- las siguientes palabras "Este premio muestra que incluso en este momento difícil, la UE sigue siendo una fuente de inspiración para todos los ciudadanos de todo el mundo, y que la comunidad internacional la necesita" (EL MUNDO", de 13 de octubre de 2012, págs. 30 y 31). Sin duda, el principal éxito de la Unión Europea ha sido el mantenimiento de la paz dentro de sus fronteras, desde 1945 en adelante; ello fue posible gracias a la definitiva reconciliación franco-alemana, que, apostando por la paz como modo de resolver sus desacuerdos, desterró para siempre el"fantasma" de nuevas guerras entre europeos. La Unión Europea ha apostado en todo momento, ya desde la época en la cual nacieron sus primeras instituciones, por un mundo en paz, donde prime la defensa de los derechos humanos -y, ello, pese a sucesos trágicos como la guerra de los Balcanes, el rechazo a los inmigrantes o refugiados, etc.-; esas pueden ser nuestras principales contribuciones a un"nuevo" orden mundial global que, tanto en lo político como en lo económico, sea más pacífico, justo, equilibrado y democrático.

Como ya hemos indicado, el nobel reconoce la plena validez, hoy, de las señas identificativas -defensa cerrada de la paz, democracia y derechos humanos- que constituyen el proceso constructor de la Unión Europea, desde sus orígenes tras la segunda guerra mundial; pero, además, tal premio implica que la combinación de prosperidad y democracia, fruto de los sucesivos avances en dicho proceso unificador europeo, pueden servir de ejemplo y modelo para el resto del mundo. La diversidad de pueblos, geografías, culturas..que conforman nuestro heterogéneo continente, conviviendo en paz, es una de principales logros de los cuales hemos de sentirnos más satisfechos; la grandeza del proyecto europeo, desde sus primeras instituciones comunitarias, pasa por el carácter abierto del mismo, centrado en la preminencia de los valores y principios antes referidos. El nobel significa un impulso moral, en orden a un mayor fortalecimiento/profundización del ideal unificador, en lo económico y político, que late en los orígenes de las sucesivas instituciones comunitarias hasta llegar a la actual Unión Europa; el referido premio reconoce la validez -y, también, el éxito- del modelo integrador europeo seguido desde los años 50 del pasado siglo, presentándolo, además, como ejemplo de convivencia que debería inspirar a las demás naciones. El honor, así recibido, debe servirnos como acicate para"no bajar nunca la guardia" ante una amenaza, cada vez más preocupante; esto es, la de los nacionalismos extremistas e insolidarios, que desean romper la Europa hasta ahora construida. Pese a las justas críticas que puedan hacerse al proyecto de integración europea, la historia demuestra que el balance sigue siendo positivo; se han cometido errores -algunos de bulto, como las guerras balcánicas de finales del siglo XX- pero, aun así, la Europa unida ha sido una fuente inagotable de paz, libertad, prosperidad y progreso para todos. Ahora toca corregir dichos errores, a fin de lograr una más perfecta"unión de intereses" (políticos, económicos y sociales) entre los pueblos que habitan nuestro continente; la cultura europea tiene una indudable vocación universal, mediante la cual extender sus valores y principios -humanitarios, democráticos, etc.-, ya expuestos, más allá de sus fronteras geográficas.

El impacto de la demografía, con respecto a los recientes levantamientos populares del Norte de África, resulta de especial interés; ello es así, dado que, en los últimos 20 años, las mejores condiciones de vida en la región (alimentación, salubridad, acceso a medicamentos, etc.) han disparado la natalidad a niveles elevadísimos -amén de disminuir, además, la tasa de mortalidad en todas las edades-. Sin duda, la gran abundancia de jóvenes, descontentos con los sistemas políticos -dictatoriales/personalistas y caducos- hasta ahora en el Poder, explica -siquiera, en parte- lo allí sucedido; lo mismo cabe decir con respecto a las enormes tasas de desempleo entre esos jóvenes, condenados a la emigración hacia los supuestos"paraísos" occidentales en donde"huir" de la miseria y hambruna que les rodea [acerca de la influencia de dicho factor demográfico, recomiendo la lectura de Sandell (2012), pp. 61-77] (47). En claro contraste con esa"primavera joven" liberadora que ha recorrido el Magreb, nuestro continente sufre el embate de un enemigo, hasta ahora invisible; la senilidad de los europeos tendrá, igualmente, muy serias consecuencias, no solo en lo político -los ancianos votan, casi siempre, a favor de los partidos conservadores- sino, igualmente, en lo tocante a la sostenibilidad futura del vigente Modelo Social. Un continente envejecido, como ya lo es el nuestro, debe afrontar considerables retos, no solo de cara al presente sino, también, en términos de futuro; aquellas sociedades llenas de personas mayores están condenadas al declive, dado que les falta la iniciativa propia de los jóvenes. Así, los países europeos deben mantener una creciente presión fiscal en su territorio para asegurar los respectivos sistemas públicos, de carácter social -sobretodo, pensiones y asistencia sanitaria-; además, éstos serán insuficientes para atender a un número de jubilados imparable, con necesidad imperiosa de caros y complejos cuidados médicos y/o dependencia.

El fenómeno del envejecimiento de la población, ya generalizado en toda Europa, nos condena al ostracismo; tal fenómeno perjudica nuestra capacidad económica en un entorno globalizado como el que ahora se eleva ante nuestra vista. La demografía vaticina un enorme número de ancianos en el continente europeo, sin apenas mano de obra joven propia, que pueda colocarse en algún empleo y, menos aún, formar una familia estable; a partir de 1.945, el baby-boom incorporó una gran cantidad de jóvenes trabajadores al sistema económico de los años 70 del pasado siglo. La presencia de mano de obra abundante y barata, junto a un elevado consumismo, hizo subir la actividad económica como la espuma en el periodo post-bélico; hoy, más viejos significan un mayor gasto público en pensiones, sanidad, etc., sin la contrapartida de manos, jóvenes y fuertes, dispuestas a trabajar. La citada"bomba demográfica" está a punto de estallarnos entre las manos, llevándose con ella el futuro -nunca mejor dicho- de nuestras sociedades; lo más grave es que las diversas instituciones se niegan a admitir esa triste y cruda realidad -esto es, el progresivo descenso en la natalidad, fácilmente visible en cualquier ciudad europea- por estrictos"motivos ideológicos" (la mal entendida"liberación de la mujer", etc).

La negación de lo evidente, por parte de nuestros políticos, deja el terreno abonado a la venida irregular de un número considerable de inmigrantes; los europeos nos hemos vuelto demasiado"cómodos", en general, para la crianza de los hijos, cuidado de nuestros ancianos, enfermos, etc. -por desgracia, ese es uno de los síntomas de nuestra pobre y decadente moral, ya lejana de cualquier sacrificio solidario por los"otros"-. El recurso a los extranjeros no debe ser la única solución posible para resolver, de verdad, los problemas asociados a una menor natalidad entre los europeos; desgraciadamente, las distintas administraciones no han sabido manejar, en forma adecuada, los masivos flujos de migración que están arribando al continente para cubrir -entre otras- esas carencias asistenciales, fruto de nuestro egoísmo y búsqueda desmedida del mayor confort/comodidad; es necesario tratar dicho asunto de manera justa, legal y democrática, ya que, como hemos señalado en anteriores páginas, la dignidad es un derecho humano que a todos -sin exclusión- nos pertenece. Hay que encontrar la mejor manera de evitar conflictos graves entre las poblaciones autóctonas y aquellos que, por cualquier motivo, desean vivir entre nosotros, sea cual sea su lugar de origen [ver Contreras (2012), pp. 103-135] (48).

Es evidente que la población es un elemento estratégico/político más dentro de las variables económicas de mayor relevancia e interés, propias del mundo globalizado que nos ha tocado vivir; tal y como hemos expuesto, la senectud hace estragos entre aquellas sociedades con mayor riqueza/desarrollo -es decir, Europa, EEUU, Japón, China, etc.-. A la luz de lo ya expuesto, cobra sentido la sospechosa"laxitud" con la cual la Unión Europea vigila sus fronteras mediterráneas; el motivo más probable de ello es muy simple: el de asegurar, así, la presencia en sus fábricas/talleres de una mano de obra norteafricana -joven, inmigrante y sin exigencias laborales de tipo alguno-; en esa línea, cabe interpretar el ingreso formal de Turquía en la Unión Europea, toda vez que, debido a su subdesarrollo, allí abundan los jóvenes en edad de trabajar -los inconvenientes de la ingreso ya han sido comentados en páginas anteriores [ver nota a pie de página nº 33]-. China -con la política maoísta de un único hijo por familia- y Japón, presentan peculiares características; los Estados circundantes -Korea, Filipinas, etc.- todavía recuerdan hoy, con evidente recelo y sospecha, tanto los excesos sufridos por parte de las tropas imperiales japonesas durante la segunda guerra mundial como la violencia del ejército rojo chino, maoísta, después de 1945; ese pasado violento y cruel todavía está allí presente, dificultando la convivencia entre dichos pueblos (49).

A continuación, el epígrafe dedicado a las conclusiones condensará cuanto hemos expuesto.

IV. Conclusiones.

Los europeos debemos sentirnos orgullosos del acervo cultural común, fundando sobre el mismo el futuro político que acoja a cuantos pueblos lo han conformado; un continente más y mejor integrado hará factible la verdadera convivencia democrática, en paz y libertad. La participación democrática ciudadana -el gran descubrimiento de la modernidad (además de la categoría jurídica llamada individuo)-, marca cual es el rumbo a seguir. El Tribunal de Justicia, como máximo intérprete del Ordenamiento Jurídico emanado de la Unión Europea, asume un papel clave de cara al espíritu integrador que personifica dicha Entidad Internacional; así, tal Órgano Jurisdiccional dirime las controversias entre los distintos órganos que conforman el entramado institucional comunitario, velando además por el cumplimiento de los actos jurídicos normativos emanados de la Unión.

Conviene no olvidar los principios que, con sucesivos altibajos, alumbraron las revoluciones liberales y burguesas, propias de Occidente [EE.UU. (la Declaración de Independencia, de 4 de julio de 1776) y Francia (la Constitución de 1791)]; en ellas reluce la búsqueda de la libertad, para todos los seres humanos, sin distinción alguna por nacimiento, raza... Hay tantas formas de entender Europa como europeos; tal diversidad, sí es armonizada con estructuras integradoras igualitarias, constituye la mejor garantía para la paz, prosperidad y seguridad común. La economía globalizada impone sus reglas o designios; por ello, la unidad política entre los pueblos europeos se hace cada vez más indispensable para mantener la prosperidad y bienestar en el continente. La unidad política a la cual aludimos ha de hundir sus raíces sobre los principios o valores axiológicos democráticos, solidarios, que -pese a los numerosos y tristes paréntesis bélicos- se han encarnado en nuestro suelo desde el siglo XVIII hasta hoy.

Sería deseable que ofreciéramos al mundo entero un modelo de convivencia que, desde lo político y económico, fuera capaz de fomentar el más verdadero y digno progreso humano; eso sí, amén de la defensa a ultranza de los derechos (individuales/sociales) básicos y esenciales para todos, junto a la paz, libertad, igualdad, solidaridad, participación ciudadana y el progreso social (justo y equitativo). La actual crisis económica solo puede finiquitarse con el fortalecimiento de nuestras instituciones comunes, acentuando al mismo tiempo la dimensión política, participativa y soberana de la Unión Europea; conviene lograr la máxima eficacia, equilibrio y consenso entre los distintos intereses, representados por cada uno de los órganos y niveles institucionales (local, regional, estatal, comunitario) que inciden sobre el proyecto europeo. El principio político federal permite que dichas instituciones -tanto comunitarias como estatales- desempeñen su papel de manera armónica, coordinada y subsidiaria entre sí, sin perder la necesaria cohesión; desde esa perspectiva, la Unión se irrogaría aquellas competencias de mayor peso y trascendencia para el conjunto ciudadano. Así mismo, toca ya que nos veamos dignamente representados, de manera efectiva, por el Parlamento Europeo, como órgano titular de la legitimidad democrática de la citada Unión; el magnífico y generoso Estado de Bienestar (Seguridad Social, más servicios públicos, universales y gratuitos), que nos hemos dado a partir de 1945, caracteriza a la Europa más avanzada y comprometida con la defensa de los derechos cívicos/ciudadanos -en especial, los de aquellos más desamparados-.

Cada una de las naciones que conforma Europa no puede hacer nada, por sí sola, en el mundo globalizado que nos envuelve; tan solo unidos podremos proteger los intereses y derechos de nuestros conciudadanos, garantizándoles la mejor sociedad posible. Juntos, sumamos más que por separado; es necesario unir a nuestros pueblos en aras del mayor beneficio común, bajo la guía del respeto por las reglas que impone la democracia y la defensa de las libertades -individuales y colectivas- básicas. Europa, desde su sabiduría moral, puede todavía ejercer un fértil magisterio allende de sus fronteras; esto es, el mundo global que nos rodea, de enorme complejidad, solo podrá gobernarse en paz desde las reglas del Derecho Internacional y el acuerdo negociado con la ciudadanía, sin imposiciones ni abusos por parte de los poderosos. No dejemos que la globalización haga desaparecer las conquistas sociales propias de nuestro Estado de Bienestar; es el turno de una justa intervención pública para corregir, mediante las necesarias regulaciones, aquellos excesos antisociales del mercado. Sigamos tal senda como único remedio posible para evitar toda quiebra de la paz y convivencia pacífica ciudadana.

Conviene recuperar para los Europeos una política, con mayúsculas, donde quienes se dediquen a dicha tarea -así como los propios ciudadanos- opten, de verdad, por un continente más próspero, libre y democrático para quienes aquí habitamos; esa defensa de los valores humanitarios, basados en la tutela de la dignidad humana en toda su extensión, amén de la más amplia libertad, justicia y progreso, articulan, precisamente, la verdadera naturaleza -y, por ende, seña de identidad- del legado cultural europeo. Los ciudadanos también debemos comprometernos activamente en la defensa de los mencionados valores humanos -respeto por la libertad, progreso económico/social, democracia y defensa de los derechos de los más débiles e indefensos-, que nos identifican; ello, pese a lo tortuoso -y, a veces, desgraciado- de algunos episodios en nuestra historia común. Recordemos que la Europa del futuro solo tendrá éxito si cuenta con el entusiasmo y participación popular; la Unión Europa no debe seguir siendo percibida por los ciudadanos como un ente abstracto y burocrático, que no resuelve sus problemas. Tan solo será posible salir de la precaria situación en la cual hoy nos encontramos mediante unos líderes que, desde cada uno de sus respectivos países, sean capaces de apostar por el bien común a escala europea; la solidaridad entre todos los pueblos que habitan nuestro continente debe imponerse sobre cuantos traten de negarla, vía el populismo demagogo, los partidos políticos radicales antisistema/xenófogos, etc.

Lo trágico de Occidente, en general -y, Europa, en particular- es que hemos sustituido la riqueza humanística de nuestra cultura por lo meramente cuantitativo y económico; las construcciones eternas de Roma y Grecia, pensadas para satisfacer las necesidades espirituales más elevadas de los hombres, perecen hoy ante el mero afán de lucro -individual, egoísta y estéril-, que lo"canibaliza" todo. Precisamente, la defensa a ultranza de los valores éticos y solidarios, propios de la civilización judeocristiana, conforma, también, las raíces de la Europa más añeja y auténtica. Ha llegado la hora de recuperar la calidad democrática de nuestras instituciones comunes, sustentando su deseable autoridad moral en aquellos valores y tradiciones más emblemáticas (paz, libertad, prosperidad, equidad); la unidad económica, hasta ahora conseguida, debe ser el sostén de una estructura común jurídico-política-constitucional. En este momento, solo un fuerte compromiso conjunto de todos los gobiernos y pueblos europeos podrá salvar nuestro modelo de sociedad (Estado de Bienestar); ello, por supuesto, con el mayor de los respetos por la riqueza que suponen las distintas culturas nacionales presentes en nuestro territorio.

Es necesario retomar el proyecto de Europa Federal presentado por el actual Presidente de la Comisión Europea, al cual nos hemos referido en páginas anteriores; los"soberanismos" mal entendidos de cada uno de los Estados miembros son lo que, en verdad, se oponen a una verdadera Unión entre todos nuestros pueblos hermanos. Necesitamos, sin duda, una aún mayor integración, tanto en términos de la economía real como de la financiera (unión bancaria)..pero, más allá de eso, solo una verdadera unión política permitirá alcanzar las metas de paz y prosperidad tan anheladas. Quienes tachan de poco realista a ese proyecto de una Europa Federal alientan, en el fondo, una Europa débil y fragmentada en pequeños"reinos de taifas" nacionales (egoístas e insolidarios), sin viabilidad alguna de cara al mañana. ¡Ojalá quiera el buen Dios católico de nuestros antepasados más fecundos que el viejo ideal de una auténtica democracia, cuyo germen nación en Grecia hace 2000 años, se haga feliz realidad desde el Finisterre -Finis Terrae- hasta los Urales¡. Tan solo de nosotros depende que ese sueño de una Europa unida, con verdadero peso e influencia en el plano internacional, llegue a buen puerto. Los europeos encarnamos no solo historia, pasado, sino también -y, sobretodo- futuro, conforme a la mejor de nuestras tradiciones; ahí radica la grandeza de la tan deseable unidad política continental.

Hemos de empeñarnos en esa integración política federal si no queremos deshacernos en el caos, la miseria y falta de horizontes; los problemas que afectan a millones de europeos solo se pueden resolver a idéntica escala, mediante un diseño institucional equilibrado que, desde sus distintos niveles, goce -sin abusos- de poder efectivo para ello. Del mismo modo, los presentes desafíos de la escena internacional reclaman una Unión Europea que hable, alto y claro, con una sola voz; eso si, democrática y verdaderamente representativa de la ciudadanía, en defensa de los valores comunes -los derechos humanos, el progreso social, la libertad- que nos identifican como un solo pueblo, más allá de nacionalismos trasnochados. La pregunta clave que hemos de plantearnos es: ¿seremos los europeos capaces de superar, en el futuro, los más negros y tristes"fantasmas" que, en forma de desencuentros fratricidas, han recorrido nuestra historia común?. Toca unificar la Europa de hoy desde el acuerdo y la concordia pacífica, como espacio de tolerancia y convivencia interétnica/cultural, sin racismo ni xenofobia; mutuamente respetuosa, además, con la diversidad de los pueblos y sensibilidades que la conforman. Ese es nuestro reto como ciudadanos europeos y por el cual nos juzgarán las generaciones venideras; así mismo, el discurso y la posición de la Europa unida en el plano internacional ha de reivindicar, en forma expresa e indubitada, los valores propios que le son más característicos (la defensa del Derecho), amén del respeto por la normativa internacional adoptada en la ONU y demás instituciones de similares características. El pluralismo político, la libertad, justicia, defensa del individuo y los grupos en el cual éste se integra, los derechos humanosconstituyen valores universales, nacidos entre nuestros ancestros, a los cuales tienen derecho todos los miembros de la familia humana -sea cual sea su lugar de nacimiento, etnia, religión o cualquier otra circunstancia personal o social que les afecte-.

El futuro político unificado de nuestro continente debe ser el resultado de un proceso, verdaderamente democrático, donde la ciudadanía puede expresarse y participar sin cortapisas; eso sí, de modo que sea compatible la identidad ciudadana continental con la de cada Estado, haciendo ambas complementarias y no contradictorias. La vuelta a la Europa social será la manera de atraer la adhesión y entusiasmo ciudadano en pos del ulterior proyecto unificador en lo político; la única Europa con futuro es aquella capaz de seguir defendiendo sus raíces (culturales, jurídico políticas..). Lo mejor de nuestra cultura apuesta, en último término, por una globalización democrática/ecológica/justa y equitativa donde se protejan, de verdad, los derechos sociales de todos los miembros de la familia humana, sin excepción.

Salta a la vista que el diseño europeo -puramente económico, por lo demás-, hasta ahora vigente, está exhausto; el continuo vaciamiento competencial, por parte de los Estados miembros, no equivale a una Unión soberana. Media un abismo entre el sueño político unificador europeo y lo magro de su eficacia; una divergencia tan acusada respecto al ideal político no debería desviar el objetivo propuesto. Hay que crear una Europa a la medida de los ciudadanos; no al revés. No podemos tolerar que la democracia política y soberana del Pueblo -toda la ciudadanía- sucumba ante los dictados de la"democracia" económica que imponen solo unos pocos -los poderosos-, en exclusivo beneficio de éstos últimos; las reglas del mercado deben someterse, también, a las de la ética, de modo que no solo primen los criterios puramente cuantitativos, matemáticos y numerarios.

La Europa unida que conocemos es, como ya se ha indicado en páginas precedentes, la primera potencia económica mundial, el segundo bloque comercial del mundo..pero, pese a todo eso, seguimos siendo unos"enanos", en términos de política internacional; sin duda, nos falta fe en la fuerza de los valores -políticos y económicos- que forjó nuestra magnífica tradición -democracia y libertad- a lo largo de las pasadas centurias. Pero, al mismo tiempo, es necesario retomar el sueño de una Europa unida, con una sola voz -tanto en el plano interno como en el internacional-, capaz de hacer valer sus mejores ideales contrarios a toda forma de radical intolerancia o fanatismo. Gracias a la Unión Europea y sus antecedentes fue posible que, desde 1945, los europeos conociéramos la mayor etapa de progreso económico, en paz y libertad; eso es algo que no debe caer en el olvido por parte de nuestras más jóvenes generaciones, amen de su compromiso presente y futuro con dicha realidad cuasi"idílica". Lo que hace verdaderamente grande la proyecto político de una Europa Unida es que, por fin, se negocia, en vez de, como antaño, hacer la guerra; tal logro ya hace, por sí mismo, que el movimiento europeísta haya merecido la pena. Los peligros que nos acechan, fruto de la profunda crisis económica que sufre el continente, vienen de los nacionalismos más intolerantes y agresivos; así mismo, las muy serias amenazas que la crisis económica hace recaer sobre el llamado"modelo social europeo", erigido sobre el Estado de Bienestar, también debilitan, considerablemente, los avances logrados hasta ahora.

La Unión Europea solo podrá durar en el tiempo sí da prioridad a sus principios y valores -basados en la defensa de la democracia, libertad y justicia- sobre cualquier otra consideración exclusivamente economicista, dineraria; la humanidad solo tiene un camino para salvarse de los desastres de todo tipo que nos acechan; esto es, el comportamiento fraternal con los pobres, desheredados.; la salvación moral es el mejor remedio para curar los males -crisis económica, social, etc.- que tanto nos afligen. Acogiéndonos al origen cristiano que iluminó la civilización europea desde sus más arcanos inicios, procede recordar la encíclica del actual Papa Benedicto XVI, titulada"Caritas in veritate" (2009); ésta hace especial hincapié en la necesidad de una eficiencia económica que, también, sea justa desde lo social. Según dicha encíclica, el mercado no puede autorregularse, independientemente de la intervención pública y las reglas morales; la actividad económica debe ser, también, un ejercicio de responsabilidad (individual y social), que promueva la búsqueda del bien común y el desarrollo integral humano. La acción social ha de preponderar sobre los intereses privados y la lógica de los poderosos. Y, al mismo tiempo, conviene también retomar, para el presente y futuro, la semilla de paz/reconciliación/democracia/derechos humanos plantada con las primeras instituciones comunitarias europeas, hace más de 60 años.

Por último, la reciente concesión del premio nobel de la paz permite que alberguemos toda suerte de esperanzas, presentes y futuras, sobre lo acertado del citado ideal unificador en lo económico/político; la ciudadanía en su conjunto está llamada a escribir, más pronto que tarde, el hoy y el mañana de nuestro continente. Así mismo, debemos hacernos merecedores de tan preciado reconocimiento, de modo que se impulse, definitivamente, la deseable unión política a escala europea; además, ha llegado la hora de echar por la borda todos aquellos miedos/dificultades/egoísmos que dificultan una contribución, por nuestra parte, más activa/responsable/constructiva/sostenible al logro de la paz/progreso/democracia mundiales. Tal es el papel al que -por múltiples razones- ésta llamado el proyecto unificador europeo, tanto en clave de política interna como internacional; es el momento de continuar la obra emprendida por las primeras instituciones europeas, hace más de 60 años, sin desfallecer en el intento por superar la crisis actual.

Notas

  • (31) La propia cesión de soberanía en el plano financiero -por parte de los Estados miembros hacia las Instituciones Comunitarias- compromete -y pone en entredicho, incluso, para algunos- la esencia y utilidad misma de los Estados y Administraciones nacionales, demasiado rígidos para adaptarse a los sucesivos cambios con la necesaria adecuación y presteza.

  • (32)El énfasis en la dignidad de todos los seres humanos, por el mero hecho de serlo, recoge el iter iniciado por la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), dictada por la ONU cuando aún estaban recientes las tragedias y catástrofes humanitarias (holocausto, ataque indiscriminados a civiles, etc.) que arrasaron Europa entre 1939 -invasión nazi de Polonia- y 1945.

  • (33) El afamado semanario británico "THE ECONOMIST", en su número de 7 de diciembre de 2002, afirma que la Europa Unida debe hacerlo sobre valores (libertad, progreso y democracia), dejando atrás los vínculos meramente geográficos, étnicos o religiosos; la citada revista llega a sugerir que la Unión Europea se abra a Turquía, lanzando así un mensaje conciliador a los más extremistas en orden a que el Islam es compatible con la democracia, de corte occidental, y, al mismo tiempo, que Oriente y Occidente pueden convivir en paz. Se alude al tema turco -el eterno candidato- porque, en realidad, toda futura ampliación comunitaria incluirá países cuyo nivel de desarrollo (social, político, económico...) esté cada vez más alejado del nuestro; en realidad, el gran éxito de la Europa de la postguerra es el de haber conseguido que sus ciudadanos convivan, de manera pacífica y ordenada, pese a su respectiva realidad nacional, diversa y contradictoria. Al día de hoy, la Unión Europea ha aceptado a Turquía como candidato a integrarse en su seno; las correspondientes negociaciones solo se abrirán cuando el mencionado país, mayoritariamente musulmán, reúna las condiciones democráticas mínimas exigibles.Recordemos que fue un militar -Ataturk- quien, en los años 20 del pasado siglo, impuso - por la fuerza- el actual sistema presidencialista turco, con el propósito de impedir todo dominio religioso musulmán en ese país -cuyo territorio se sitúa, en el 99%, sobre el continente asiático-. En opinión de algunos, tal aceptación de Turquía como candidato es demasiado precipitada y, en el fondo, un craso error; ello no va a debilitar el creciente y radical islamismo que se está extendiendo cada vez más entre una gran parte de su población -y lo más importante, a las mismas puertas de Europa-. En línea con lo dicho, recordemos el peso, cada vez mayor, que están alcanzando los partidos religiosos islámicos menos moderados en las sucesivas elecciones presidenciales, celebradas en aquel país. Por otro lado, como bien indican algunas voces [Fernández (2010), op. cit., pp. 248-256], esas sucesivas y futuras ampliaciones -por ejemplo, hacia los Balcanes, etc.- no serán nada fáciles, nada más que por la enorme complejidad inherente a la adaptación de dichos candidatos -con gravísimos problemas de todo tipo- a los obligatorios estándares comunitarios.

  • (34) El Diccionario de la Lengua Española, editado por la Real Academia, define el término gobernanza con el siguiente tenor: "1. f. Arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía.2. f. ant. Acción y efecto de gobernar o gobernarse". Fuente: http://buscon.rae.es/draeI. Día de consulta: 25/02/2012.

  • (35) La Unión Europea, mediante el documento titulado "La gobernanza en Europa: un libro blanco", adoptado en el año 2.001, abordó dicha temática. Los principios básicos allí expuestos se detallan acto seguido; el primero de dichos principios afirma que las instituciones deberán desarrollar su actividad y competencias, de manera abierta y accesible para los ciudadanos, mediante un lenguaje claro y sin confusiones interesadas. El segundo, incide en la deseable y más amplia posible participación ciudadana en cada una de las fases del proceso, a través del cual se adoptan las respectivas decisiones; es decir, un uso inteligente y adecuado de las herramientas que proporcionan el diálogo y la negociación fructíferas, amén del ineludible consenso a la hora de aplicar lo así decidido. El tercero, cada uno de los intervinientes en el proceso de toma de decisiones, debe asumir la parte de responsabilidad que le toca en sus distintas fases. El cuarto, que gira sobre la eficacia y oportunidad de lo decidido, fijando para ello objetivos claros y bien definidos que puedan enriquecerse con experiencias anteriores; las decisiones que se adopten han de responder al criterio de la proporcionalidad, amén de provenir de quien tiene autoridad y competencias para ello. El quinto -y último- de los referidos principios, acentúa la coherencia en la actuación de las instituciones y demás agentes sociales implicados en el proceso que concluye en la respectiva decisión final; al hilo de tan importante cuestión, algunos autores [Tamames y Gallego, op. cit., p. 403] aluden al referido libro blanco, por cuanto allí se expresa, sin ambages, la clara voluntad de la unión europea de fortalecer la transparencia/participación/consulta cívico ciudadanas en el proceso de toma de decisiones, así como la cooperación/interdependencia/interacción institucional; la propia responsabilidad, por parte de todos aquellos que tomaron parte en dicho proceso, facilitará, sin duda, la más efectiva aplicación y puesta en práctica de lo así acordado. Hace escasas fechas, la Unión y sus estados miembros, mediante la MEMO/11/364, de 31 de mayo de 2011, han tomado una serie de importantes decisiones en materia de gobernanza económica, a fin de reforzar la coordinación económica/presupuestaria en su conjunto y, especialmente, con respecto a aquellos de sus miembros integrantes de la zona euro; tales decisiones tratan, en fin, de lograr una mayor coordinación de las políticas económicas nacionales de cada estado miembro -especialmente, para dicha zona-. Con ello, se habrán colocado los primeros mojones para salir cuanto antes de la presente crisis de deuda, cuyas futuras consecuencias se tornan cada vez más inciertas; eso sí, procurando pisar con la mayor rapidez posible la tan deseada senda del crecimiento y creación de empleo a escala europea. Fuente: http://europa.eu/rapid/pressReleasesAction.do?reference=MEMO/11/364&form.... Día de consulta: 15/02/2012.

  • (36) Algunos autores [entre otros, Martin y Schumann (1998)] ya se ha pronunciado, en forma nítida, acerca de las nefastas consecuencias de la globalización sobre los derechos sociales, hasta el punto de convertirlos en pura retórica, abstracta y sin aplicación real alguna; la economía globalizada supone, de cara a los habitantes de los países más depauperados, aún mayor explotación y miseria, en beneficio tan solo de las grandes multinacionales y las respectivas "élites" gobernantes. La pristina postura de Klein (2001, pp. 237-309), claramente hostil con respecto a los abusos del FMI y sus adláteres, resalta dicha indefensión; la citada periodista canadiense, crítica en todo aquello relativo a la desregulación de los mercados, demuestra que los subcontratistas reducen los derechos y beneficios asociados al trabajo (vacaciones, paga, subsidios, cotizaciones, etc.), acrecentando además las diferencias o desigualdades desde lo social. Tal rebaja afecta sobretodo a los países míseros y endeudados, sin apenas aparato administrativo que imponga coercitivamente el cumplimiento de las leyes a favor de los trabajadores, menores de edad, ancianos y demás capas sociales más desfavorecidas.

  • (37) Sobre dicho asunto, ver Torres (2011, pp. 85-101). ¡Cuantos inmigrantes mueren en las ciudades del llamado "primer mundo" (léase, las de Europa, USA...), completamente solos, sin un ser querido que les acompañe en sus últimos momentos de dolor y sufrimiento, en la más absoluta miseria¡; algo así es por completo inmoral y debería escandalizarnos en lo más íntimo de nuestra conciencia. ¡Qué mundo estamos creando, en donde una persona que vive a cientos de miles de kilómetros de nuestras grandes urbes es capaz de pagar todos sus ahorros a una pandilla de mafiosos, con el propósito de llegar hasta aquí como sea - aún fuera de la legalidad y, por ende, sin posibilidad de acceder a un trabajo o condiciones de vida dignas-¡. ¿Cómo es posible que quienes disponemos de mayor riqueza hagamos gala de tamaña falta de misericordia y dureza de corazón hacia los que solo buscan vivir y trabajar como nosotros?, ¿Dónde está nuestra humanidad....sí todavía nos queda alguna?.

  • (38) Las ideas aquí reseñadas también aparecen en la propuesta del actual Presidente de la Comisión Europea -Sr. Durao Barroso-, sobre una Europa Federal, recogida en el Diario "EL MUNDO" (18 de septiembre de 2012), a la cual ya hemos hecho anterior referencia (ver nota al pie nº 29).

  • (39) Acerca de las diferencias entre multiculturalidad e interculturalidad, de modo que la primera significa la mera yuxtaposición fáctica de las distintas culturas presentes en una determinada zona geográfica y, la segunda, la interrelación entre las mismas de modo que se reconozca a cada una de ellas en un plano político-jurídico, etc., es de interés García et al. (2011, pp. 31-67). También hay que tener en cuenta la temática electoral (sobretodo, a nivel municipal), ya que los inmigrantes -especialmente, si son musulmanes- tienen, por tradición, muchos más hijos - y, en consecuencia, un creciente peso en términos de voto- que las poblaciones europeas autóctonas; en todo caso, la deseable participación de los emigrantes, con permiso legal de trabajo y residencia, deber ir más allá de la simple deposición del voto, cada cuatro años, en la correspondiente urna electoral de su municipio de residencia. Así mismo, conviene establecer una clara reciprocidad en cuanto al ejercicio, por parte de los inmigrantes empadronados, de sus derechos políticos y de sufragio hasta ahora reconocidos; sobre tales cuestiones, relativas al derecho de voto, recomiendo De Lucas, J. (2011, pp. 67-85).

  • (40) El crecimiento de la extrema derecha en nuestro continente es una triste realidad, ampliamente extendida en un gran número de países - entre ellos, pese a su gran tradición republicana, Francia y el "Frente Nacional" de Marine Lepen-; lo preocupante es que las arengas de esos partidos extremistas están calando cada vez entre la población, debido a la gravedad de la actual crisis económica y sus terribles consecuencias. Además, tales mensajes, contrarios a los principios democráticos que conforman nuestra tradición más señera, están desestabilizando, poco a poco, el sistema político; por ello, conviene que los partidos políticos "tradicionales" tomen nota, cuanto antes, de lo que está ocurriendo, contrarrestando así con la moderación de sus discursos la radicalidad de los más fanáticos. Para un análisis de lo aquí expuesto, en modo resumido, ver Enrique (2011), pp. 14-20.

  • (41) No solo se globalizan los mercados en su sentido más positivo; las trasnacionales y demás cárteles dedicadas al mundo del crimen utilizan igualmente dichas herramientas - tanto económicas como tecnológicas- para aumentar su poder. A título de ejemplo, sirvan los siguientes: el narcotráfico mexicano -un auténtico Estado dentro del propio Estado de México- ha cerrado abundantes acuerdos con las mafias rusas para trasladar fardos enormes de droga ¡dentro de los submarinos nucleares transoceánicos¡, pertenecientes a la marina de guerra exsoviética, indetectables al radar/sonar y adaptados para tal fin; hace algunos años, la policía de fronteras estadounidense pudo comprobar la existencia de numerosos escondrijos abandonados en mitad del desierto de Nuevo México, llenos de fajos de billetes, no falsificados, de ¡500 $¡, escondidos por los traficantes de narcóticos; en principio, la causa de semejante abandono parece evidente. Los delincuentes de la droga manejan tal cantidad de dinero que procuran actuar de la manera más cómoda, fácil y rápida para ellos, aunque les suponga renunciar a auténticas fortunas; según otra conocida "leyenda urbana", las primeras máquinas de contar billetes nacieron de la inventiva de los "narcos", obligados a manejar inmensas cantidades de dinero lo más rápidamente posible. Se trata tan solo de la punta del iceberg.

  • (42) Véase Klein (2.007, pp. 411-431); es aterrador comprobar como los datos y argumentaciones de la citada autora pueden quedar por completos refrendados con la simple lectura de cualquier periódico o revista. El secuestro de la política por el mundo del dinero y del poder alcanza ya la categoría de hecho consumado; poco podemos hacer los simples ciudadanos para "subvertir" ese nuevo "orden" así establecido, en el que los más poderosos económicamente tienen la maquinaria jurídico-administrativa estatal al completo servicio de sus intereses y voluntades. Como siempre, "poderosos caballero ese Don Dinero". En fin, se trata del socialismo "al revés": los recursos de las Haciendas Púbicas estatales ya no se dirigen a proteger a quienes menos tienen sino, por el contrario, tan solo para enriquecer todavía más a aquellos en mejor situación económica.

  • (43) Es curiosa la transcendencia mediática que tuvo, en su momento, la encíclica aquí citada; en todo caso, hemos de indicar que el texto de Benedicto XVI sigue la tradición de otros Papas, anteriores en el tiempo, como León XIII, con su "Rerum novarum", Juan XXIII, autor de "Pacem in terris" y, por último, Juan Pablo II, que publicó la titulada "Centesimus annus". Sin duda, el fuerte liderazgo ético y moral del papado, pese a todas las críticas sufridas, es la causa última que explica la gran transcendencia de dicha encíclica; la labor magisterial y de testimonio, llevada a cabo por la iglesia desde el principio de los tiempos, ha resistido mil y un embates y persecuciones. La institución eclesial se ha mantenido siempre fiel a su tarea; esto es, la de abogar en pos de la salvación humana y la defensa/tutela de los más desfavorecidos; por otro lado, también es destacable su papel de guía-faro para la humanidad en los asuntos de orden moral, así como en otros aspectos de la vida cotidiana, a lo largo del devenir histórico.

  • (44) Son ya patentes las tristes consecuencias de un sistema económico gestionado desde criterios puramente egoístas y poco limpios con las exigencias de la ética; las desigualdades y contradicciones internas de dicho sistema económico, que maximiza y concentra a ultranza los beneficios empresariales, terminarán, tarde o temprano, por aniquilarlo -¿llevaba razón, tal vez, Carl Marx cuando profetizó el hundimiento del sistema capitalista por sus propias contradicciones estructurales?-. Desde el plano teológico, solo este Papa, como tantos otros antes que él, dice las "verdades del barquero"; esas que todos saben pero que, por el miedo al "qué dirán" y demás zarandajas, nadie se atreve a declarar con voz alta y clara.

  • (45) Los derechos humanos deben formularse en base a un contenido objetivo e unívoco, alejado de todo relativismo destinado a minar sus fundamentos; por desgracia, el aborto, eutanasia, eugenesia, etc., van en una dirección equivocada, puesto que niegan el valor absoluto y objetivo del derecho a la vida para todos los seres humanos -nasciturus, ancianos, discapacitados, etc.-. El contenido de tales derechos no puede relativizarse, so pena de vaciar por completo su contenido, naturaleza y virtualidad protectoras en el plano de lo efectivo; no es admisible "redefinir" el contenido intrínseco de los referidos derechos, acudiendo para ello a los dictados de la egoísta e individual conveniencia, oportunidad o interés de índole político, empresarial, etc... Tristemente, el "yo" insolidario, por encima del "nosotros", es el único y verdadero sujeto/objeto del derecho en la realidad cotidiana; los más poderosos "modelan" el alcance y significado de las distintas normas jurídicas, amén de su aplicación judicial.

  • (46) La Declaración de Viena, adoptada por la Conferencia Mundial sobre Derechos Humanos, de 25 de junio de 1993, señala que los Estados son responsables de la promoción y protección de los derechos humanos; éstos constituyen un patrimonio innato de todos los seres humanos. La propia Asamblea General de Naciones Unidas se comprometió, con motivo de su cincuentenario, en el respeto por la dignidad y el valor de toda persona humana, amén de la igualdad de derechos de hombres y mujeres; además, dicha Asamblea también vino a reafirmar que todos los derechos humanos son universales, indivisibles, interdependientes y están relacionados [Díez de Velasco (2008. 1ª ed. 1977), pp. 177-192].

  • (47) Según el autor, la presencia de un altísimo porcentaje de población muy joven, deseosa de libertad política y mejores perspectivas económicas, explica, junto a otros factores concomitantes -crisis financiera mundial, etc.-, las masivas y rupturistas "explosiones" ciudadanas de descontento en aquella región; los jóvenes y adolescentes han sido quienes -más que nadie- se han "echado a la calle", protagonizando las manifestaciones y demás actos públicos de protesta contra sus opresoras dictaduras -amén de las fuerzas de seguridad (policía y ejército) leales a dichos líderes-. Al hilo de cuanto aquí decimos, fue la autoinmolación de un joven tunecino, de 26 años de edad -Mohamed Bouazizia-, lo que desencadenó el "movimiento revolucionario", anti dictatorial, de sus conciudadanos; el suicidio del citado joven -por culpa de los abusos sufridos a manos de la policía de su país- fue el primer paso en ese movimiento en pos de la libertad, luego difundido en todo el mundo árabe.

  • (48) Frente a la cerrazón ante la "evidencia" -es decir, la de una sociedad europea cada vez más envejecida y decrépita por el cada vez menor número de nacidos-, que cabe atribuir a los dirigentes políticos europeos más "antinatalistas", destaca la postura del gobierno estadounidense; así, el famoso Tratado de libre comercio que vinculaba a USA, Canadá y México tuvo, entre otras motivaciones -y, quizás, la más importante-, la del "sometimiento" de la población mexicana a las necesidades de la economía yanqui. La causa de ello está en que Norteamérica tiene hoy día un serio y grave problema de envejecimiento de su población, sita dentro de las fronteras del país, donde abundan los mayores de 65 años; por ello, las empresas estadounidenses necesitan para hacer funcionar sus centros fabriles de la joven -y poco escrupulosa- emigración mejicana hacia el territorio gringo (es habitual que los "chicanos" ocupen los trabajos más ínfimos y de mayor riesgo -amén de peor pagados-). Está demostrado que, conforme sube el nivel de vida, disminuyen los nacimientos -una de sus causas puede ser la incorporación masiva de la mujer a la actividad laboral, lo cual dificulta las tareas reproductivas-. Las féminas, por motivo del trabajo, van retrasando cada vez más la maternidad y el correspondiente cuidado de la prole; ello trae graves repercusiones sociales, puesto que el hombre/la mujer tienen derecho a trabajar. Corresponde, pues, a la sociedad hacer compatible el derecho a la maternidad con el derecho a la realización de un actividad retribuida; en este sentido, son dignas de elogio las políticas públicas de algunos países europeos -muy pocos, la verdad-, claramente natalistas, en donde las madres puede obtener un empleo sin que ello menoscabe en modo alguno la necesaria atención/cuidado para con sus hijos. Además, los pocos países europeos que realizan dichas políticas natalistas fomentan un modelo familiar en el que, tanto el hombre como la mujer, dedican su tiempo, por igual, al cuidado de la prole.

  • (49) Al hilo de lo dicho, recordemos las tensiones por disputas fronterizas que, en este momento, están enfrentando entre sí a gran número de países asiáticos limítrofes, sitos en la cuenca del mar Pacífico; en muchos de esos casos, surge, de nuevo, el pasado "imperial" y agresivo de las tropas japonesas hasta 1945 para con sus Estados vecinos, los ataques armados de la China de Mao durante la guerra fría contra Camboya, etc., como mecanismo mediante el cual algunos gobiernos "enardecen" a sus respectivas masas contra las vecinas "potencias agresoras" de otro tiempo .

BIBLIOGRAFÍA.

  • ÁLVAREZ SUÁREZ, U. (1976): Instituciones de Derecho Romano-I, Edita el propio autor, Madrid.

  • Ayala Espino, J. (2004): Instituciones y economía: una introducción al neoinstitucionalismo económico, Editorial Fondo de Cultura Económica, México D. F.

  • Bassols, L. (2007): San Agustín. Vida, obra y pensamiento, Planeta de Agostini S.A., Barcelona

  • Bravo Herrera, R. (2007): El Derecho Romano en la cultura jurídica del siglo XXI. Lección Inaugural curso 2007-08. Universidad de Jaén.

  • CAMACHO EVANGELISTA, F. (1980): Introducción histórica al estudio del Derecho Romano, Universidad de Granada, Granada.

  • CARRILLO SALCEDO, J. A.: "El entorno histórico de la Declaración", "Abogados" (revista del Consejo General de la Abogacía Española). Número 53 (Diciembre de 2.008). Madrid.

  • CONTRERAS, F. J. (2012): "El invierno demográfico europeo", Revista Trimestral CUADERNOS de pensamiento político, enero/marzo 2012, edita: FAES Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales, Madrid, 103-135.

  • CHAGNOLLAUD, D. (2001): Droit Constitutionnel Contemporain, Éditions Dalloz, París.

  • De Lucas, J. (2011): "Diversidad cultural y lógica colonial sobre los impedimentos para el reconocimiento de derechos políticos a los inmigrantes" en GUALDA CABALLERO, ESTRELLA (Editora): Inmigración, ciudadanía y gestión de la diversidad, Ed. Universidad Internacional de Andalucía, Sevilla.

  • DÍEZ DE VELASCO VALLEJO, M. (2008): Las organizaciones internacionales, Editorial Tecnos (Grupo Anaya, S.A.), Madrid (1ª edición: 1977).

  • Enrique de Ayala, J. (2011): "La UE ante la Extrema Derecha", Política Exterior, Septiembre/octubre 2011, nº 143, Ed. Estudios de Política Exterior S.A., Madrid, 14-20.

  • FELIX TEZANOS, J. (ed.) (1999): Tendencias en desigualdad y exclusión social. Tercer foro sobre tendencias sociales, Editorial Sistema, Fundación sistema, Madrid.

  • FERNÁNDEZ MARTÍNEZ, J. M. (2006) (Coord.): Diccionario Jurídico, Editorial Aranzadi. S.A., Navarra.

  • Fernández Navarrete, D. (2010): Historia de la Unión Europea. España como Estado Miembro, Delta Publicaciones Universitarias, Madrid.

  • Fukuyama, F. (1992): El fin de la historia y el último hombre. La Interpretación más Audaz y Brillante de la Historia presente y futura de la Humanidad, Editorial Planeta, Barcelona.

  • García, F. J., Olmos, A., Pieranela, C. y Rubio, M. (2011): "Sobre multiculturalismo, críticas y superaciones conceptuales en la gestión de la diversidad cultural" en GUALDA CABALLERO, ESTRELLA (Editora): Inmigración, ciudadanía y gestión de la diversidad, Ed. Universidad Internacional de Andalucía, Sevilla.

  • Giddens, A. (2010): Sociología, Alianza Editorial, S.A., Madrid.

  • Gourou P. y Papy, L. (1.975): "Compendio de Geografía General". Edit. Rialp. Madrid.

  • Graves, R. (2009): Los mitos griegos. Editorial RBA coleccionables, S.A. (1ª Edición: 1955),

  • KANT, E. (2011). Hacia la paz perpetua. Un esbozo filosófico. Ciro Ediciones, S.A., Madrid (1ª ed. 1795).

  • KINDER, H. y HILGEMANN, W. (1975): Atlas histórico mundial, Ediciones Istmo, Madrid.

  • KLEIN, N. (2001): No logo. El poder de las marcas, Ediciones Paidós Ibérica. S.A., Barcelona.

  • Klein, N. (2.007): La doctrina del Shock. El auge del capitalismo del desastre. Ediciones Paidos Ibérica. S.A., Barcelona.

  • Kovaliov, S. (1975): Historia de Roma. Tomo I y II, Akal Editor, Madrid.

  • LÁZARO ARAUJO, L. (1999): "El futuro de la cohesión Europea", Política Exterior, Vol. XIII, Marzo/abril 1999, Editorial Estudios de Política Exterior S.A., Madrid, 81-95.

  • Linde Paniagua, E. y Mellado Prado, P. (2009): Iniciación al Derecho de la Unión Europea, 4ª Edición Adaptada al Tratado de Lisboa de 13 de diciembre de 2007, Editorial Colex, Madrid.

  • Lorenzo de Membiela, J. B. (2008): "Gobernanza en Entornos Organizacionales", Revista Quincenal Actualidad Jurídica. Aranzadi, Editorial Aranzadi S.A., Navarra, Año XVIII, Nº 761, 1-3.

  • MANGAS MARTÍN, A. y LIÑAN NOGUERAS, D. J. (2002): Instituciones y Derecho de la Unión Europea, Ed. Tecnos. Madrid.

  • MAQUIAVELO, N. (1997): El Príncipe, Impresos y Revistas S.A. (IMPRESA), Madrid, (1ª ed. 1532).

  • MARTIN, H. P. y SCHUMANN, H. (1998): La trampa de la globalización. El ataque contra la democracia y el bienestar, Grupo Santillana de ediciones, S.A., Madrid.

  • MOLINA DEL POZO, C. F. (2011): Tratado de Lisboa. Tratado de la Unión Europea. Tratado de funcionamiento de la Unión Europea. Carta Europea de Derechos Fundamentales. Textos consolidados y anotados, Editorial Centro de Estudios Ramón Areces S.A., Madrid.

  • MONTOYA MELGAR, A. (1992): Derecho del Trabajo, Editorial Tecnos S.A., Madrid.

  • MORATA, F. (1998): La Unión Europea. Procesos, actores y políticas, Editorial Ariel S.A., Barcelona.

  • MYRO, R. (1999): "España en la Unión Europea: etapas y efectos de la integración" en GARCÍA DELGADO J. L. (coord.): España, economía: ante el siglo XXI, Ed. Espasa Calpe S.A., Madrid.

  • Ortega y Gasset, J. (1983): OBRAS COMPLETAS. TOMO IX: De Europa meditatio quaedam. Alianza Editorial. S.A., Madrid (primera impresión. "Revista de Occidente", Madrid, 1960).

  • RALEY, H. C. (1977): Ortega y Gasset, filósofo de la unidad europea, Revista de Occidente, S.A., Madrid (1ª ed. 1971).

  • SANDELL, R. (2012): "La "primavera árabe": ¿una primavera demográfica? Cambios transcendentales en los principales países árabes", Revista Trimestral CUADERNOS de pensamiento político, enero/marzo 2012, edita: FAES Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales, Madrid, 61-77.

  • SARTORIUS, N. (Dir.) (2010): Una nueva gobernanza global: propuestas para el debate, Fundación Alternativas, Marcial Pons, Madrid.

  • Sotelo Martínez, I. (2003): La invención de Europa: la realidad histórico cultural de Europa. La formación de europeos. Actas del Simposio de Barcelona. Edita. Academia Europea de Ciencias y Artes. España.

  • Steinberg, F. (2009): "Gobernar el mundo", Foreign Policy Edición Española, Abril-mayo 2009, Edita: Fundación para las relaciones internacionales y el diálogo exterior, Madrid, 56-61.

  • STREECK, W. (2011): "La crisis del capitalismo democrático", New Left Review, Número 71 nov/dic 2011, Ediciones Akal. S.A., Madrid, 5-26.

  • TAMAMES, R. y GALLEGO, S. (2006): Diccionario de Economía y Finanzas, Decimotercera Edición (ampliada y revisada), Alianza Editorial S.A., Madrid.

  • "THE ECONOMIST", de fecha 28 de octubre de 2000. Editorial: The economist Newspaper Limited. Londres (Gran Bretaña).

  • "THE ECONOMIST", de fecha 2 de marzo de 2002. Editorial: The economist Newspaper Limited. Londres (Gran Bretaña).

  • "THE ECONOMIST", de fecha 12 de octubre de 2002. Editorial: The economist Newspaper Limited. Londres (Gran Bretaña).

  • "THE ECONOMIST", de fecha 7 de diciembre de 2002. Editorial: The economist Newspaper Limited. Londres (Gran Bretaña).

  • TOMÁS Y VALIENTE, F. (1980): Manual de Historia del Derecho Español. Editorial Tecnos S.A., Madrid.

  • Torres, J. (2011): "La cuestión de la diversidad en un mundo en continuo cambio" en GUALDA CABALLERO, ESTRELLA (Editora): Inmigración, ciudadanía y gestión de la diversidad, Ed. Universidad Internacional de Andalucía, Sevilla.

  • Webb, S. y B. (2004): La democracia industrial, Editorial Biblioteca Nueva S.L., Madrid, (1ª ed. 1920).

  • WEBER, M. (1985): La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Ediciones Orbis S.A., Barcelona, (1ª ed. 1904). "

 

LEA MAS EN: http://noticias.juridicas.com/articulos/10-Derecho%20Comunitario/201211-identidad_e_integracion_europea-(2).html