Lo que de verdad está en juego en las políticas legislativas sobre la información : Capítulo 12 (Conclusión) del libro "La riqueza de las redes"


Pormathiasfoletto- Postado em 01 novembro 2012

 

 

De: Yochai Benkler / Traducción: Guillermo G.Ruiz Zapatero
Fecha: Junio 2006
Origen: Noticias Jurídicas

YOCHAI BENKLER (Professor of Law, Yale Law School)

http://www.benkler.org/wealth_of_networks/index.php/Download_PDFs_of_the_book

Las complejas sociedades modernas se han desarrollado en el contexto de las de medios de comunicación de masas y de una economía informativa típicamente industrial. Nuestras teorías del crecimiento y la innovación asumen que los modelos industriales de innovación son los dominantes. Nuestras teorías acerca de cómo se logra la eficiencia en las comunicaciones se basan en la asignación de mercado, y en los modelos de propiedad, con un centro de difusión/comercialización profesionalizado y una periferia comparativamente pasiva.

Nuestras concepciones de la agencia, de la deliberación colectiva y de la cultura común se insertan en las conductas, experiencia y en prácticas de producción de información y cultura intensivas en capital, que enfatizan los modelos de propiedad basados en el mercado y que separan abruptamente la producción del consumo. Nuestros diseños institucionales reflejan estos modelos conceptuales de producción e intercambio de la información y han llegado, en el pasado reciente, para llevar a la práctica estas concepciones incluso cuando no resultan necesarios.

Este libro comienza con cuatro observaciones económicas. La primera, que la concepción subyacente acerca de que las estrategias basadas en la propiedad son dominantes en el sistema de producción de la información está sobrevalorada. El sistema educativo, desde la escuela de infancia a los cursos de doctorado está perfundido por motivaciones no basadas en la propiedad, por relaciones sociales y formas organizacionales. Las artes y las ciencias están repletas de voluntarios y acciones orientadas primariamente por motivaciones psico-sociológicas más que por la apropiación típica del mercado. Los discursos políticos y religiosos están basados en formas y organizaciones que no son de mercado, y lo que es más sorprendente, incluso la investigación y el desarrollo industrial, aunque orientado al mercado, no está basado en la mayoría de las industrias en pretensiones de exclusión basadas en la propiedad, sino en la mejora de la eficiencia y en las relaciones con los clientes que puede n ser utilizadas y que promueven la innovación, sin necesidad de estrategias de apropiación basadas en la propiedad exclusiva. A pesar de la continuada importancia práctica de la producción de información no convertida en mercancía, la alteración conceptual necesaria para reconocer su importancia resulta contraria al núcleo de la tesis dominante de que la propiedad y los mercados son las raíces de todo crecimiento y productividad. En parte como resultado del conflicto ideológico con el comunismo, y en parte como resultado de la elegancia teórica de un modelo simple y manejable, los políticos y sus asesores tienden a creer, hacia el fin del siglo XX, que la propiedad en la información y en la innovación es como la propiedad de relojes y automóviles.

Cuanto más claramente se define y preserve y cuanto más se acerca a derechos totalmente exclusivos, más producción se alcanzará. El creciente dominio de este modelo conceptual, se combina con la actividad de lobby de los productores industriales de información para conseguir una rápida inclinación de la ecología institucional de la innovación y de la producción de información a favor de los modelos basados en la propiedad exclusiva.

El sistema americano de patentes fue reforzado en los años 80 de forma que amplió el alcance y la profundidad de la exclusividad. El sistema de copyright se expandió masivamente en los años 70 y de nuevo al final de los años 90. El derecho de marca se expandió masivamente en los años 90- Otros derechos asociados fueron creados y reforzados a lo largo de estos años.

La segunda observación económica es que estas expansiones de los derechos funcionan, en la práctica, como un gravamen en contra de los modelos de producción no basados en la propiedad exclusiva y a favor de los modelos de producción basados en la propiedad exclusiva. Hace más caro el acceso de todos a la información y mejora solo la apropiabilidad por algunos. La introducción de las patentes de software, por ejemplo, puede ayudar a alguna de las participantes en el tercio de la industria del software que depende de ventas de paquetes finales de software. Pero claramente incrementa los costes, sin incrementar los beneficios, de los dos tercios de la industria del software que se basa en los servicios y no en los paquetes finales.

Como cuestión práctica, los incrementos sustanciales en el alcance y profundidad de los derechos exclusivos han afectado de forma adversa las condiciones de los productores no-propietarios.

Las universidades han comenzado a buscar patentes y a pagar royalties, dificultando la información compartida típica de su práctica pasada. Los negocios que no descansan actualmente en patentes se han visto obligados a coleccionar grandes cantidades de patentes con un gran coste, simplemente para protegerse contra la amenaza de otros que pueden tratar de aislarlas. Documentos antiguos, como Eyes on the Prize, han permanecido no divulgados durante años por el coste y la complejidad de acreditar los derechos de cada objeto sujeto a una marca de derecho y que hubiera podido ser registrado por la cámara.

Los nuevos documentales requieren sustancialmente más financiación que la que en otro caso sería necesaria simplemente por los costes asociados a la acreditación de los derechos recientemente expandidos.

La tercera observación económica es que las tecnologías de procesamiento, almacenamiento y transmisión de la información han hecho los modelos no propietarios más atractivos y eficientes que nunca. Los onmipresentes procesadores de bajo coste, los medios de almacenamiento y la conectividad en red han hecho posible que los individuos, solos o en cooperación otros, creen e intercambien información, conocimiento y cultura con arreglo a patrones de reciprocidad social, redistribución y comunicación, más que producción basada en la propiedad y orientada al mercado. Las necesidades básicas de capital para la producción de información están ahora en las manos de millones de personas alrededor del globo e interconectadas. Estas condiciones materiales han proporcionado a los individuos una nueva libertad de acción.

Si una persona o grupo desea comenzar un proyecto de producción de información por cualquier motivo, dicho grupo o persona no necesita obtener una excesiva financiación por adquirir el capital necesario. En el pasado, la necesidad de obtener financiación limitó a los productores de información a un modelo de mercado que sustentara la inversión, o a la obtención de financiación gubernamental; los requisitos de financiación, a su vez, subordinaron a los productores bien a las demandas del mercado, y a un atractivo masivo, o bien a las agendas de las burocracias estatales. El entorno de la información en red ha permitido la emergencia pujante del sector no de mercado, no orientado por el beneficio, y más radicalmente, de los individuos.

La cuarta y última observación económica describe y analiza el auge de la producción entre iguales (“peer production”). Este conglomerado de fenómenos, que abarca desde el software libre y abierto hasta wikipedia y seti@home, presenta un tremendo desafío al pensamiento convencional sobre la economía de la producción de información: de hecho, desafía el entendimiento económico de los roles relativos de la producción de información orientada y no orientada al mercado. Es importante ver estos fenómenos no como excepciones, casualidades o sucesos efímeros, sino como indicadores de un hecho fundamental acerca de los modos de transacción y de su relación con las condiciones tecnológicas de producción. Es un error pensar que sólo tenemos dos modos de transacción libres, los mercados basados en la propiedad y las empresas jerárquicamente organizadas. Tenemos tres, y el tercero es la difusión e intercambio social. Se trata de un fenómeno muy difundido que practicamos a diario con nuestra familia, compañeros de trabajo y vecinos. Coproducimos e intercambiamos bienes económicos y servicios de este modo. Pero no los registramos en la estadística económica. Y lo que es peor, no los tenemos en cuenta en nuestro diseño institucional. Sugiero que la razón por la cual la producción social fue relegada a la periferia de las economías avanzadas es que el núcleo de las actividades económicas del acero y el carbón requirió masivas inversiones de capital. Ello hizo a los mercados y empresas, públicas o privadas, dominantes. Tan pronto como emergió la primera etapa de la economía de la información, la información y la creatividad humana, cada una un “bien” con características económicas fundamentalmente diferentes del acero o el carbón, se convirtieron en importantes “inputs”. La organización de la producción, sin embargo, siguió el modelo industrial, porque la producción y el intercambio de producción todavía requerían altos costes de capital, la imprenta mecánica, la estación de radio o televisión, o más tarde los grandes ordenadores IBM. El estadio actual de la economía de información en red emergió cuando la barrera impuesta por los altos costes de capital fue removida. El coste de capital total para la producción y comunicación no declinó necesariamente. La inversión en capital, sin embargo, se distribuyó ampliamente en pequeñas dosis, propiedad de los individuos conectados en red. Llegamos así a un estadio en el que el núcleo de las actividades económicas más avanzadas -la producción y procesamiento de información-, podría alcanzarse reuniendo el capital físico de propiedad de amplios y dispersos individuos y grupos. Quienes han adquirido dicho capital para uso personal, doméstico o de una pequeña empresa. Entonces, la creatividad humana y la información disponible han llegado a ser los principales “inputs” restantes. Algo nuevo y radicalmente distinto empezó a suceder. La gente empezó a aplicar la conducta que antes practicaban en sus salones o en el ascensor -“Aquí lo tienes, deja que te eche una mano”, o ¿qué piensas de la alocución de anoche?- a problemas de producción que, a lo largo del siglo XX, habían sido solucionadas siguiendo el modelo de Ford y General Motors. El auge de la producción entre iguales no es ningún misterio ni algo transitorio cuando se examina de esta manera. Es tan racional y eficiente dadas las condiciones materiales y objetivas de la producción de información a finales del siglo XX, como lo fue la cadena de montaje para las condiciones existentes a principios del siglo XX.

La reunión de creatividad humana y de computación, comunicación y almacenamiento hace posible que las motivaciones y relaciones no de mercado jueguen un papel mucho más importante en la producción del entorno de información que el que han jugado durante décadas, quizás durante los últimos ciento cincuenta años.

Un cambio genuino, por tanto, en la forma en que producimos el entorno informativo que ocupamos como agentes individuales, como ciudadanos, criaturas culturales y seres sociales y que alcanza el núcleo de nuestros compromisos liberales básicos. La información y la comunicación son elementos esenciales de la autonomía individual y del discurso y proceso de decisión públicos. La comunicación es una unidad básica de la existencia social. La cultura y el conocimiento, ampliamente entendidos, forman el marco básico de referencia por medio del cual nos comprendemos y comprendemos a otros. Para cualquier teoría político liberal -cualquier teoría que empieza con los individuos y con su libertad de ser, en relación con otros, los autores de su vidas- las cuestiones básicas de cómo los individuos y comunidades conocen y evalúan son el centro del proyecto de caracterización del valor normativo de los sistemas institucionales, sociales y políticos. Independientemente, en el contexto de la economía basada en la información y en la innovación, los componentes básicos del desarrollo humano también dependen de cómo producimos la información e innovación, y de cómo diseminemos sus productos. La emergencia de un papel sustancial para la producción no basada en la propiedad ofrece estrategias para mejorar el desarrollo humano en todas partes. La productividad en la economía de la información puede sostenerse sin las clases de exclusividad que han hecho difícil que el conocimiento, la información y sus producciones beneficiosas se difundan más allá de los círculos de las naciones y grupos sociales más ricos.

Podemos ofrecer una detallada y específica explicación de por qué la emergencia de un papel más significativo para la producción no orientada al mercado ni basada en la propiedad puede ofrecer mejoras en el ámbito tanto de la libertad como de la justicia, sin sacrificar -antes el contrario, mejorando- la productividad.

Desde la perspectiva de la autonomía individual, la emergencia de la economía de la información en red ofrece una serie de mejoras identificables en la forma en que percibimos el mundo, la medida en que podemos afectar nuestras percepciones de él, el rango de acciones que permanecen abiertas a nuestra influencia y sus posibles resultados, así como también el de las empresas en colaboración que podemos emprender para perseguir nuestros objetivos. Nos permite hacerlo por y para nosotros mismos. Nos permite formas asociaciones flexibles con otros que comparen un objetivo común con nosotros, permitiéndonos proporcionar y explorar muchas más rutas de aprendizaje y comunicación que las que podríamos alcanzar en solitario o en asociación solo con otros que comparten vínculos fuertes a largo plazo. Al crear fuentes de información y plataformas de comunicaciones que nadie posee o controla con exclusividad, la economía de la información en red remueve alguna de las oportunidades básicas para la manipulación, de aquellos que dependen de la información y comunicación, por los propietarios de los medios de comunicación y los productores de las formas culturales predominantes.

No elimina la posibilidad de que cualquier persona instrumentalice a otras. Pero remueve las limitaciones estructurales que hacían del todo imposible comunicarse sin ser el sujeto pasivo de una acción de comunicación iniciada por otros.

Desde la perspectiva del discurso democrático y de una república participativa, la economía de información en red ofrece una genuina reorganización de la esfera pública.

Con la excepción de los inicios históricos de un número muy pequeño de las democracias actuales, las democracias modernas se han desarrollado en el contexto de los medios de comunicación de masas, como núcleo de sus esperas públicas. Una amplia y sistemática literatura ha explorado las limitaciones básicas de los medios de comunicación de masas privadas como núcleo de la esfera pública, y también sus ventajas. La emergencia de una esfera pública en red esta atenuando, o incluso solucionando, los principales procesos de la esfera pública dependiente de los medios de comunicación de masas. Reduce el poder de los propietarios de los medios de comunicación de masas y de aquellos que pueden adquirirlos. Proporciona una plataforma para una comunicación sustancialmente más diversificada y políticamente orientada que la que era posible con los medios privados de una comunicación de masas con un pequeño número de hablantes y un número masivo de receptores pasivos. Pueden ser conocidos los puntos de vista de muchos más individuos y comunidades. Y lo más interesantes, quizás, es que el fenómeno de producción entre iguales se está abriendo paso en la esfera pública.

Está permitiendo a individuos difusamente alineados cumplir algunas de las funciones básicas y centrales de los medios de comunicación de masas.

Estamos viendo el surgimiento de un periodismo distribuido investigador y no orientado al mercado, así como el de los comentarios críticos y las plataformas para la movilización y organización política. Estamos viendo el surgimiento de la filtración y acreditación en red de la información, que permite a los individuos comprometidos con el discurso público ser su propia fuente y decidir en quien confiar y qué palabras cuestionar.

Una crítica común a las pretensiones de que Internet mejora la democracia y la autonomía se centra en el exceso y fragmentación informativa que comporta. Lo que hemos visto en el entorno en red es una combinación de esfuerzos de producción entre iguales y las propiedades emergentes de un número creciente de sistemas de seres humanos que han evitado este infeliz destino. Hemos visto la adopción de prácticas que han creado un entorno informativo accesible y coherente sin recrear el modelo de los medios masivos. Se trata de proyectos no orientados al mercado para la producción de filtros y acreditación de la información, que abarcan desde el Open Directory Project a listas de correos de personas con las mismas opiniones, como MoveOn.Org. Hay una práctica cultural extendida del direccionamiento y enlace recíprocos; una cultura de “Aquí, míralo por ti mismo, pienso que ésto es interesante”. El modelo básico de observar lo que los otros juzgan interesante y valioso, junto con el ejercicio del propio juicio acerca de quién comparte nuestros propios intereses y quién tiene juicios acertados ha creado un patrón de enlace y uso de la web y de Internet que es sustancialmente más ordenado que una cacofonía producto de la “libertad para cualquiera”, y menos jerárquicamente organizado y controlado por unos pocos que el entorno de los medios de comunicación masiva. Desde la libertad de participar en la creación de nuestro propio entorno informativo, ni hemos hallado una Babel ni hemos replicado las jerarquías de las esferas públicas organizadas entorno a los medios de comunicación que pretendían evitar la babelización.

Los conceptos de cultura y sociedad ocupan en la teoría liberal unas posiciones más débiles que las de autonomía y democracia. En consecuencia, trazar los efectos en estos dominios de las sociedades liberales de los cambios en la producción e intercambio de información es más complejo. Por lo que se refiere a la cultura, lo mínimo que puede decirse es que el entorno de información en red está haciendo la cultura más transparente. Todos “ocupamos” cultura; nuestras percepciones, visiones y estructuras de comprensión están siempre mediadas por la cultura. E incluso así, en cuanto a esta circunstancia, hay grados de mejor o menor opacidad para nosotros como habitantes de la cultura.

En el entorno de información en red, en la medida en que los individuos y grupos usan su nueva autonomía para comprometerse en la expresión personal y colectiva a través de las formas culturales en circulación, estas formas se hacen más transparentes, tanto por la práctica como por el examen crítico. La televisión de masas fomentó el consumo pasivo de bienes culturales terminados.

La emergencia de lo que podría ser considerado una nueva y vigorosa cultura popular -creada por y entre individuos y grupos más que por profesionales para el consumo pasivo- proporciona tanto un conjunto más amplio de formas culturales y prácticas como una más educada y entrenada comunidad de “productores” de cultura. Desde la perspectiva de la teoría liberal de que la cultura estructura el sentido, los valores personales y las concepciones políticas, la emergencia de un sistema de producción cultural más transparente y significativo es una clara mejora sobre la cultura masiva, comercial y profesional, del siglo XX.

En el dominio de las relaciones sociales, el grado de autonomía y de vínculos difusos que Internet hace posible, que juega un importante papel entre ganancias de autonomía, democracia y cultura crítica, ha suscitado dudas sobe cómo el entorno en red contribuye a una erosión todavía mejor de la comunidad y la solidaridad.

Como sucede con la objeción de Babel, sin embargo, parece que no estamos usando Internet para fragmentar todavía más nuestras vidas. Internet está comenzando a reemplazar los medios remotos del siglo XX , el teléfono y la televisión. Los nuevos patrones de uso que observamos como resultado de este desplazamiento sugieren que muchos usos desde red se centran en la preservación y profundización de vínculos reales ya existentes, así como también en la edición de nuevas relaciones on-line. Parte del tiempo que se usaba para la recepción televisiva pasiva de bienes estandarizados se orienta ahora a la comunicación y producción con otros, tanto en relaciones sociales estrechas como difusas. Sobre todo, la experiencia del trato con otros, incluyendo los extranjeros, como socios de una potencial colaboración contribuye a reforzar el sentido de los vínculos sociales posibles más allá de la condición común de consumidores de productos estandarizados.

La producción entre iguales puede proporcionar un territorio de una razonablemente sólida vinculación con los otros.

Las nuevas posibilidades para la producción de información y conocimiento, para la innovación y la comunicación que son el núcleo de las ganancias de libertad en las sociedades liberales, también sostienen los avances que, sugiero, son posibles en términos de justicia y desarrollo humano. Desde la perspectiva de una concepción liberal de la justicia, una cantidad mayor de los requisitos básicos de la riqueza humana y de los medios necesarios para ser un individuo productivo y autónomo está disponible al margen del mercado y, por ello, protege el acceso a estos requisitos y medios de la influencia de la distribución previa de la riqueza económica. Desde una perspectiva más sustantiva, la información y la innovación son componentes centrales de todos los expertos de un sentido del desarrollo humano. La información e innovación son indispensables para la salud -en la producción y uso de alimentos y medicinas. Son indispensables para el aprendizaje y el desarrollo del conocimiento y las necesidades individuales que hacen la vida más rica. Y son también indispensables y han sido conocidas como necesarias en los últimos 50 años, para el crecimiento del bienestar material.

A lo largo de estas tres dimensiones, la emergencia de un sector sustancial de producción no orientada al mercado, que no esté basado en la exclusividad y que no requiera la exclusión para su propia autoalimentación, contribuye el desarrollo humano global. La misma característica económica que de hace los derechos exclusivos sobre la información una herramienta que impone barreras a su acceso en las economías avanzadas, hace de estos derechos una forma de impuesto sobre aquéllos que llegan tarde al cambio tecnológico. Los países más pobres y con renta media no carecen de creatividad humana, sino de acceso a las herramientas básicas de la innovación. El coste de los requisitos materiales de la innovación y producción de información declina rápidamente en muchos ámbitos, pues mucho más puede hacerse con ordenadores y sistemas más baratos. Sin embargo, los derechos exclusivos sobre las herramientas de información y los recursos informativos constituyen una barrera significativa a la innovación; la educación y el uso de herramientas y bienes informativos en los países con rentas bajas y medias. En la medida en que nuevas estrategias de producción de información y conocimiento hacen libremente disponibles sus productos por el uso y la innovación continua por cualquiera en cualquier lugar, la economía de información en red puede comenzar su contribución a las mejoras significativas en el desarrollo humano. El software libre y los estándares libres y abiertos de Internet ya están jugando este papel en el sector de las tecnologías de la información. Estamos comenzando a ver cómo toman forma también en la publicación académica, la información, y los materiales educativos, como las enciclopedias multilingües en todo el mundo.

Con carácter más tentativo, comenzamos a observar la emergencia de modelos abiertos de innovación basada en fines comunes y la producción entre iguales en las áreas de la investigación agrícola y la innovación biológica, así como también, con menos fuerza, en el ámbito de la investigación biomédica. Se trata de ejemplos incipientes de lo que puede lograr la economía de la información en red, y cómo puede contribuir, incluso limitadamente, a mejorar la capacidad de la gente en todo el mundo para vivir una vida más larga y saludable, cultivada y materialmente adecuada.

Si la economía de la información en red es efectivamente un significativo punto de inflexión de las sociedades modernas a lo largo de estas dimensiones, ello es así porque altera el dominio de la producción privada orientada al mercado en la esfera de la producción de conocimiento, información y cultura. Esta alteración es incontrovertible. Producirá una significativa redistribución de la riqueza y el poder desde los modelos previamente dominantes de firmas y modelos de negocio a una mezcla de individuos, y grupos sociales, de un lado, y de otro, a cambios en los modelos de negocios de las empresas para beneficiarse de las nuevas relaciones sociales productivas, así como para producir herramientas y plataformas para dichas relaciones.

Como cuestión práctica, los mayores cambios sociales y económicos aquí descritos no se encuentran determinísticamente predeterminados por la lógica interna del progreso tecnológico. En su lugar, lo que vemos es que el estado de la tecnología de computación, almacenamiento y difusión, ha creado unas condiciones tecnológicas que posibilitan un significativo reposicionamiento del sistema de información e intercambio de información.

La actual estructura de los mercados, tecnológicos y prácticas sociales, que han sido desestabilizados por la introducción de las redes de comunicación, es ahora el territorio de una batalla institucional difusa a gran escala.

Presenciamos detalles significativos sobre la organización y posibilidades legales de los componentes físicos del entorno digital en red.

¿Todas las infraestructuras, de banda ancha serán de propiedad privada? ¿Si la respuesta fuera afirmativa, qué margen de control tendrán los propietarios para preferir la difusión de unos mensajes a otros?.¿Permitiremos, al contrario, la emergencia de redes inalámbricas como infraestructura de primer y último recurso, de titularidad de los usuarios y no controlada por nadie?

Las presiones para una propiedad con más facultades en la infraestructura “cableada” así como la pretensión de Hollywood y la industria discográfica de que los dispositivos electrónicos puedan cumplir automáticamente con estándares de exclusividad están dirigiendo el diseño técnico y organizativo hacia un entorno cerrado que sería mejor “conductor” de las estrategias basadas en la propiedad.

Las redes inalámbrica abiertas y los actuales modelos de negocio de las grandes compañías fabricantes de los dispositivos -especialmente de los ordenadores personales-que usan estándares abiertos presionan en la dirección contraria. Las compañías fabricantes de equipos para el usuario final están principalmente centradas en hacer que sus productos sean lo más valiosos posibles para sus usuarios y por ello se orientan a ofrecer plataformas con fines generales, que puedan ser utilizados por sus propietarios como éstos deseen.

Por ello, son igualmente idóneos tanto para conductas orientadas al mercado como para aquellas dirigidas a la sociedad, tanto para el consumo privado como para el intercambio productivo.

En la capa lógica de la red (logic layer), la ética de los estándares abiertos en la comunidad técnica, la emergencia del movimiento de software libre y su pariente apolítico, las prácticas de desarrollo de fuente-abierta, por un lado y las tendencias antiautoritarias latentes en la puesta a prueba de la encriptación y algunas de las tecnologías de producción entre iguales, por otro, están presionando hacia una capa lógica abierta y de uso disponible para todos . Los esfuerzos de las industrias de contenidos para controlar Internet -especialmente, la ley de la propiedad Intelectual para el segundo milenio (DMCA) y el dominio de Microsoft sobre los programas de ordenador, y la voluntad de tribunales y legisladores de impedir tecnologías disruptivas de los derechos de propiedad intelectual incluso cuando tengan beneficios significativos para usuarios que no tienen interés alguno en copiar la última canción para no pagar por el CD -son las principales fuentes de restricción institucional sobre la libertad para usar los recursos “lógicos” necesarios para la comunicación en red.

En la capa de los contenidos -el universo de la información, el conocimiento y la cultura existente- presenciamos una tendencia sistemática en la ley, pero también una creciente contratendencia en la sociedad. En la Ley, presenciaremos un reforzamiento de los controles de que disponen los titulares de los derechos exclusivos. Los derechos de propiedad intelectual son más largos, se aplican a más usos, y se interpretan como si alcanzaran cualquier rincón de uso valioso. Las marcas son más fuertes y agresivas. Las patentes se han extendido a nuevos ámbitos y cuentan con más eficacia.

Todos estos cambios están orientando el entorno institucional en perjuicio de los modelos de negocio y prácticas productivas que se basan en la propiedad exclusiva.; son perseguidos por las empresas que obtienen enormes rentas si estas leyes se expanden, observan y hacen ejecutar. Las tendencia sociales en los años pasados presionan en la dirección opuesta.

Estas son precisamente las tendencias de la economía de información en red. La producción no orientada al mercado, la ética del intercambio creciente, y una creciente ambición de participar en comunidades de práctica que producen grandes cantidades de información, conocimiento y cultura para el uso libre, el intercambio y la creación subsiguiente por otros.

Las presiones políticas y judiciales para definir una ecología institucional decididamente inclinada a favor de los modelos de negocio privados están dando lugar a las prácticas sociales descritas en este libro. Para florecer, una economía de información en red rica en prácticas sociales de producción requiere una infraestructura común como núcleo y un conjunto de recursos necesarios para la producción e intercambio de información abierta a todos. Ello requiere recursos físicos, lógicos y de contenidos desde los que producir la nueva información, codificarla para su comunicación, y enviarla y recibirla. En el momento actual, estos recursos están disponibles a través de una mezcla de fuentes legales e ilegales, planeadas y espontáneas. Algunos aspectos derivan de las trayectorias de muy diversas industrias que han operado bajo entornos regulatorios muy diferentes: telecomunicaciones, ordenadores personales, software, conectividad a Internet, medios de información públicos y privados y publicaciones culturales. Algunos proceden de la adopción más o menos extendida de prácticas ilegales o de dudosa legalidad. El intercambio de ficheros en redes “peer-to-peer” incluye muchos usos de prácticas directamente ilegales llevadas a cabo por millones de usuarios de Internet. Pero los simples usos de citas, “clips” y prácticas creativas de mezcla que pueden o no estar amparadas en la categoría menguante del “uso permitido” (fair use) están también incentivando el bombeo de la producción no orientada al mercado. Al mismo tiempo, somos testigos de una más autoconsciente adopción de prácticas de producción e intercambio de información basadas en un modelo de bienes comunes. El software libre, las licencias Creative Commons, la Librería Pública de la Ciencia, las nuevas guías de los Institutos Nacionales de Salud sobre la libre publicación de investigaciones, las nuevas prácticas de archivo abierto, los movimientos de bibliotecarios y muchas otras comunidades de práctica están desarrollando lo que fue un acontecimiento contingente como un movimiento social finalisticamente orientado. En la medida en que el territorio de la información y cultura existentes sea ocupado por información y cultura producida por estos movimientos de intercambio libre, y licenciado con el modelo de los técnicas de licencias abiertas, el problema del conflicto con el territorio basado en la propiedad remitirá. Los materiales del siglo XX continuarán siendo un punto de choque, pero un suficiente porcentaje de materiales del siglo XX parece que serán accesibles de fuentes dispuestas al intercambio con usuarios y creadores futuros Si esta tendencia social continúa en el tiempo, el acceso a los recursos de contenidos ofrecerán una barrera incluso más baja a la producción no orientada al mercado.

La relación de la ecología institucional con la práctica social es compleja. Es difícil predecir en este momento si un esfuerzo superior y exitoso de los productores industriales de la economía de la información tendrá éxito en inclinar todavía más las instituciones en beneficio de la producción privada. Hay en la actualidad un movimiento más significativo que el que existió en los años 90 en los Estados Unidos, en Europa y en el resto del mundo y que está resistiendo los esfuerzos para un cerramiento (enclosure) mayor del entorno informativo.

Este movimiento social está obteniendo el apoyo de grandes y rentables empresas que han reorientado sus modelos de negocio para llegar a ser las plataformas, fabricantes de herramientas y proveedores de servicios del sector emergente no orientado al mercado. IBM, Hewlett Packard y Cisco, por ejemplo, podrían defender hombro con hombro con una ONG como Public Knowledge el bloqueo de una legislación que exija a los ordenadores personales ejecutar los estándares admitidos por Hollywood para la protección contra las copias. Cuando Hollywood demandó a Grokster, la compañía de intercambio de ficheros y pidió ante el Tribunal Supremo la extensión de la responsabilidad instrumental de la fabricante de tecnologías utilizadas para infringir los derechos de propiedad intelectual, se encontró enfrentada a las defensas presentadas en apoyo de Grokster por Intel, la Asociación de Consumidores de Electrónica, Verizon, JBC, AT&T, MCI, y Sun Microsystems, además de aquellas otras que procedían de la Fundación para el Software Libre, Federación de Consumidores de América, la Unión de Consumidores y Public Knowledge.

Incluso si las leyes que favorecen el cerramiento se aprueban en una o más jurisdicciones, no es del todo claro que la ley pueda unilateralmente desactivar una tendencia que combina poderosos promotores tecnológicos, sociales y económicos. Hemos sido testigos, incluso en el ámbito de las redes “peer-to-peer”, donde los argumentos de las empresas dominantes del mercado parecen más fuertes y donde su éxito legal ha sido más completo, que parar la tendencia del cambio es difícil -quizás imposible. Los bits son una parte del flujo en el entorno de la información en red, y tratar de legislar contra este hecho para preservar un modelo de negocio que vende colecciones particulares de bits como bienes terminados discretos puede resultar simplemente imposible.

No obstante, las limitaciones legales modelan significativamente los parámetros de lo que las compañías e individuos deciden poner en el mercado y usar.

No es difícil imaginar que, si Napster se hubiera considerado legal, podría contar ahora con un número de usuarios de Internet mayor que el número que actualmente usan redes de intercambio de ficheros. Si los mismos moderados niveles de éxito en el modelado de la conducta pueden ser replicados en ámbitos donde las demandas de los dominantes del mercado son más débiles -como en la protección legal contra los dispositivos que eluden los sistemas anticopia o las limitaciones al uso autorizado-, es una cuestion de más difícil respuesta todavía. El objetivo de una discusión de la ecología constitucional de un entorno en red no es, en ningún caso, la prognosis. Es para proporcionar un marco moral con el que entender las batallas políticas que hemos presenciado en las últimas décadas, y que indudablemente continuarán en la década próxima, por lo que he escrito este libro.

Estamos inmersos en una transformación básica en el modo como percibimos del mundo y actuamos, solos y en colaboración con otros, para modelar nuestro propio entendimiento del mundo en que vivimos y que compartimos con otros. Patrones de práctica social suprimidos hace tiempo como actividades económicas en el contexto de la economía industrial, han emergido de nuevo con mayor importancia que la que han tenido en el último siglo y medio. Con ellas, la posibilidad de ganancias auténticas es el verdadero núcleo de las aspiraciones liberales, tanto en las economías avanzadas como en todo el mundo. El surgimiento de la producción informativa basada en bienes comunes, de individuos y asociaciones con vínculos débiles que producen información en formas no basadas en la propiedad exclusiva, presenta una discontinuidad autentica con la economía de información industrial del siglo XX. Llega con gran promesa y también con gran incertidumbre.

Tenemos indicios tempranos de cómo empresas basadas en el mercado pueden ajustarse a este fenómeno emergente - la adopción por IBM del software abierto, la adopción por Second Life de entretenimiento creado por los usuarios o el desarrollo por el Open Source Tecnnology Group de una plataforma para Slashdot. También hemos visto ejemplos de negocios que han decidido combatir los cambios usando cada estrategia considerada en este libro, y algunos difundiendo ficheros infectados en redes peer-to-peer, que desde luego no están en este libro. La ley y la regulación forman un importante dominio en el cual estas batallas sobre el modelo del sistema emergente de producción de la información se disputan. En la medida en que somos testigos de las mismas; en la medida en que participamos en ellas como individuos que eligen cómo comportarse, qué creer, como ciudadanos, abogados y activistas; en la medida en que actuamos en estas batallas legales como legisladores, jueces o negociadores de tratados es importante que entendamos las implicaciones normativas de lo que estamos haciendo.

Tenemos una oportunidad de cambiar el modo en que creamos e intercambiamos información conocimiento y cultura. Al hacerlo, podemos hacer que el siglo XXI ofrezca a los individuos más autonomía, a los comunidades políticas más democracia y a las sociedades más oportunidades para la autocomprensión y conectividad humana.

Podemos remover algunas de las barreras transaccionales a la oportunidad material y mejorar el estado del desarrollo humano en cualquier lugar. Quizá estos cambios serán la base de una verdadera transformación en sociedades más liberales e igualitarias. Quizá meramente mejoren, en modos bienes definidos, pero menos trascendentales, la vida humana en cada una de estas dimensiones. Esto solamente sería más que suficiente para justificar la adopción de la economía de información en red para cualquiera que valore el bienestar humano, el desarrollo y la libertad.

Traducción de Guillermo G.Ruiz Zapatero.
Abogado.
http://gruizlegal.blogspot.com/

 

Disponível em: http://noticias.juridicas.com/articulos/20-Derecho%20Informatico/200606-...